CATACLISMO

ISABEL OLIVER. DISCURSOS FEMINISTAS

ISABEL OLIVER. DISCURSOS FEMINISTAS 1970-2022

Daniel Soriano

Se trata de un recorrido por la resistencia que la pintora valenciana ha ejercido, desde la pintura a partir del tardofranquismo hasta nuestros días. Frente al bordado, como práctica representativa de las consideradas labores propia de las mujeres, la pintura se presenta como un ejercicio liberador, un discurso feminista que se enfrenta a las violencias estructurales de un patriarcado que continúa en nuestros días.

La sala está dominada por la instalación De profesión sus labores, 1973-1974, una nube de bastidores de costura que atraviesa el fondo azul de la pared. Esta obra marca la línea fundamental que recorre la producción artística de Isabel Oliver y nos acompaña a lo largo de nuestra visita. Aborda la categoría (no) profesional de “Sus labores”, que sirvió para ubicar a las mujeres dentro del sistema opresor franquista. En la categoría genérica de “sus labores” se encuentran las tareas relacionadas con los cuidados, naturalizadas en el cuerpo de las mujeres. Las españolas carecían de independencia económica, siendo relegadas al espacio doméstico y anulando las conquistas de la Segunda República. Fue la Sección Femenina, el brazo adoctrinador de la Falange capitaneada por Pilar Primo de Rivera, la encargada de asentar las bases para adoctrinar a las españolas. De profesión sus labores, desde la distancia, es un cúmulo de bordados en sus caballetes de costura. Sin embargo, y lejos de lo que aparentan, estos bastidores sustituyen el hilo por la pintura. A través de Oliver, se convierte en una rebelión ante la imposición naturalizada del régimen franquista, serigrafías que se rebelan contra las labores utilizando lo pictórico, pasión de Oliver, frente a la desidia que le provoca el bordado.

Iniciamos el recorrido con Las pintoras, 2020, pieza pintada durante el confinamiento. En esta pieza, Oliver se inserta en Las hilanderas (c.1660) de Velázquez, presentándose modelo debido a las limitaciones de la cuarentena e interrumpiendo a Velázquez sustituyendo con caballetes y cuadros la rueca y demás utensilios.

Las pintoras sirve de preludio para la serie Paseos por el Museo, cuatro propuestas de relecturas, con perspectiva de género, de cuadros clásicos donde la violación es dulcificada y normalizada a través de títulos con referencias a raptos. Títulos otorgados, evidentemente, por varones. El pretexto clásico es una excusa para la deshumanizar a las mujeres y cosificarlas a través de la violencia. La serie Paseos por el Museo se inicia cronológicamente con un cuadro pop de los 70, reelaborado en el 2017, Las tres Gracias de Rubens. Ellas, que encarnan un ideal de belleza desfasado, posan en un gimnasio contemporáneo, templo del nuevo canon de belleza. Existe un desplazamiento de poder en cuanto a la construcción de las imágenes de los cuerpos, este poder está acaparado en su totalidad por relatos masculinos que construyen una normatividad excluyente. Dictámenes que se basan fundamentalmente en su deseo y se alejan de las realidades y pluralidades de los cuerpos.

Oliver, en esta serie, empatiza con los relatos de estas mujeres violadas, les ofrece nuevas posibilidades a su destino. Hastiadas de su narrativa huyen de su sino. Así, Dánae escapa de la violación de Zeus transformado en lluvia de oro pintada por Tiziano en La huida de Dánae (2021). Europa, en El rapto de Europa, se fuga literalmente del lienzo y se libera de sus captores en Rebelión en el Museo (2021). También lo hacen las hijas de Leucipo en Liberación de las Hijas de Leucipo (2021). Paseos por el Museo narra una historia del arte otra, donde los relatos machistas son anulados en beneficio de las mujeres. Ellas escapan a los designios de los hombres y señalan las desigualdades creadas a través de un relato ficticio, donde son las mujeres quienes tienen las de perder. Porque no debemos olvidar que estas imágenes han afianzado, legitimado y perpetuado pensamientos y comportamientos.

Continuando, la serie La mujer, de los años 70. Nacer y ser asignada mujer a través de un mecanismo médico desencadena una serie de violencias sobre ese cuerpo, y es que nacer sin órganos sexuales visibles se penaliza, como diría Preciado. Bajo el contexto histórico de Oliver, durante el franquismo, el papel de las mujeres estaba bien definido: perfecta ama de casa, bella esposa, madre atenta y mujer abnegada. ¡¡Es niña!!, Cirugía y Familia numerosa, las tres pintadas entre 1970 y 1973, forman parte de esa serie. La intervención violenta de los cuerpos para su adecuación a los gustos masculinos se constituye como el tema principal de Cirugía, así como la procreación y la labor de madre se nos presenta en Familia numerosa. Este cuadro no sólo nos presenta una fotografía de una familia como Dios manda, sino que es un fragmento de un álbum fotográfico. Sobre la relación entre el álbum fotográfico familiar y las mujeres escribiría María Rosón décadas más tarde en Género, memoria y cultura visual en el primer franquismo[1], que serían las mujeres las principales artífices de la generación de estos repositorios de microhistorias familiares; las que cuidarían, seleccionarían y ordenarían los recuerdos familiares para atesorarlos y revisitarlos de vez en cuando.

La serie El juego (1970) se nos presenta como objetos-resistencia imposibles de jugar si queremos seguir las normas establecidas. Cartas escaladas cuyas caras coinciden, un parchís con piezas gigantes que ocupan la mayoría del tablero haciendo absurdo su juego o fichas de dominó con los cantos biselados que, al impedir que se mantenga erigidas, imposibilitan el juego al obligarnos a mostrarlas constantemente. Estos juegos son una metáfora de la rebelión de Oliver por no seguir las reglas que se le estaban imponiendo. Si no es con sus normas no quiere participar. Una normatividad que llevaba a la insatisfacción, como se vería reflejado en las caras de la pareja que forma La familia (1970-1973). La imposibilidad del juego, también, viene de la mano de unos surrealistas palos de la baraja española. Donde los bastos son líquidos y no pueden golpearte, la copa no puede contener fluido alguno porque la boca se ha convertido en base, los caballos están mutilados o se desvanecen tras un corte practicado en el cartón, o las sotas han perdido la cabeza por el oro e infunden “terror” con su pierna amputada a modo de basto.

Volviendo a la serie De profesión sus labores, Yo lo que quiero es pintar (1974-2020) Oliver se pinta en el lugar de Velázquez, okupando el espacio deseado y presentándose como generadora de imágenes y, por consiguiente, de relatos. Una maraña de bastidores, que se convierten en el inicio de la instalación central Sus labores (1972-1974), nos recuerda que ella rechaza el punto de cruz, Oliver quiere pintar. Alegato que continúa en su respuesta al mal gusto que resulta la transmutación kitsch de Una maraña de ciervos en el arroyo de Plaisir Fountaine de Courbet en plantilla para punto de cruz. Un gesto que se muestra contrario a todas las intenciones de Oliver: ella queriendo despojarse del bordado, de las labores, invierte el orden y convierte la pintura en bordado. Y más si es para poseer, simbólicamente, un Courbet en casa.

De los intentos por encajar en el mercado del arte nacería la serie La mercantilización del arte (1945) donde Oliver inscribiría paisajes en hojas de cálculos. Deformados por la retícula contable, semejante a las tramas generadas por el punto de cruz, se convierten en una perfecta metáfora de lo fatigante que le resultaba los designios de las galerías. Con este gesto irónico terminaría su relación con las galerías de arte.

La serie Paisajes pop (1974-1973) viene acompañada por un paisaje de De profesión sus labores, manifestando así entre estas dos piezas el uso que Oliver le da al paisaje, una desafección por el género que sólo utilizaba como Macguffin para pintar.

Si continuamos por el espacio encontramos las últimas pinturas realizadas de la serie De profesión sus labores: La educación femenina 1-9 (2019). Para Oliver es fundamental la continuación de esta serie, articulada a través de imágenes invadidas por referencias al bordado, los cuidados o la limpieza, ubicadas en entornos domésticos contemporáneos, con mujeres grises, iluminadas cual Vermeer. La serie se inicia en 1974, no obstante, debido a que las condiciones materiales de las mujeres han cambiado poco, aún sometidas, Oliver considera fundamental su continuidad. Al igual ocurre con la serie El juego con las obras Señoritas rosa (2022), Game Over (2015) y Reverso (2015), éstas nos siguen recordando que las reglas no se han roto, que seguimos jugando a un juego cuya normativa funciona en nuestra contra.

Los interiores de los cuadros de La educación femenina contrastan fuertemente con los interiores de la serie Recintos privados (2020). Espacios privados para el hombre donde destacan su gozo y disfrute, la construcción de la masculinidad a través de la caza, muerte, y su imitación en la “conquista” de las mujeres (no pasemos por alto a ningún monarca mujeriego y cazador). El sillón del salón guardado por el fiel amigo, en este caso velazqueño o del Equipo Crónica, cualquier referencia es correcta, o el club de caballeros dominado por desnudos femeninos artísticos, espacio de sociabilización privado adornados por los cuerpos excluidos, porque no son cuerpos, son objetos.

La serie Con memoria rescata a mujeres obviadas. Isabel Oliver pone en valor el trabajo de Gerda Taro y Dickey Chapelle como corresponsales de guerra y a las rapadas como víctimas de la humillación por parte del ejército sublevado. Gerda Taro (2021), Dickei Chapelle (2021) y Rapadas (2021) muestran un interior dominado por una ventana que mira hacia la ruina posterior al desastre bélico, todas ellas conquistaron algo de libertad. No obstante, las rapadas fueron humilladas por haber contribuido al derrumbe de la moral, divorciadas, mujeres independientes, profesionales, señaladas por escaparse de la nueva norma de la mujer abnegada.

Como punto final de la exposición, Mujeres (2020) de la serie Espacio público. Un autorretrato frente a un mural donde se plasman a feministas históricas y contemporáneas, de fotografías de manifestaciones del 8-M y otras protestas. Son mujeres activistas que han ayudado y ayudan a construir los feminismos en el Estado español. Oliver las sitúa tras ella porque entre todas se cubren las espaldas, se ayudan y se cuidan.

Isabel Oliver. Discursos feministas 1970-2022 es un recorrido intenso por la carrera de Isabel Oliver, una colección que se ve complementada por la muestra documental en la  Sala Gris sobre los movimientos feministas del franquismo, su contraposición frente a lo que debería ser una buena mujer dictado por la Sección Femenina, que se puede ver en ejemplares de la revista Y. Cuadernos de labores y cuentos de Azucena frente a la revista Triunfo y manifestaciones de resistencia como el Moviment democràtic de dones del País Valencià. Material que, sin duda, completa el contexto histórico que Isabel Oliver recorre en sus carnes y plasma en su pintura.

Isabel Oliver. Discursos feministas 1970-2022, Sala Universitas UMH, Elche. Del 1 de abril al 22 de julio 2022.

Comisariada por Isabel Tejeda.

Créditos fotografías: Ari Pansini


[1] ROSÓN,
María. Género, memoria y cultura visual en el primer franquismo. Madrid:
Cátedra, 2016.

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