INTRA-VENUS DE MARINA VARGAS
Redacción
Este trabajo, que toma su nombre del proyecto llevado a cabo por la artista y activista Hannah Wilke, a quien rinde homenaje por su labor pionera, aborda las extensiones simbólicas, políticas y estéticas de su propia enfermedad y proceso de sanación, planteando una reflexión sobre los cánones de belleza que hemos heredado del arte clásico y rigen nuestra subjetividad desde la antigüedad hasta hoy.
La exposición en la Sala Robayera de Cudón en Miengo (Cantabria) incluye una selección de fotografías, esculturas, dibujos y un vídeo que registra el proceso de fabricación de “Intra-Venus”, un autorretrato de la artista realizado en un momento límite cuando, en plena pandemia, se encontraba en tratamiento tras el diagnóstico de un cáncer de mama en 2019. Marina Vargas se propone asumir la herida y mostrarla. También las cicatrices. Realiza un escaneo de su cuerpo desnudo, como una estatua cívica que se alza frente al canon, con el puño en alto. Asimismo, alquila la sala de dibujo con modelo del Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde cita a varios compañeros artistas de larga trayectoria y posa para ellos para que la dibujen, generando juntos un espacio de vulnerabilidad compartida y una inversión de roles, pues la artista se convierte en modelo y autora. Más adelante repite la acción (“Romper el canon”) con el alumnado de los grados de Diseño de Moda y Bellas Artes de la Facultad de Comunicación y Artes de la Universidad Nebrija de Madrid.
El proyecto conforma de este modo un espacio de disenso frente a un sistema que insiste en imponer un arquetipo de heroína o guerrera mientras invisibiliza los cuerpos enfermos o no normativos respecto al canon, con la pérdida de identidad que eso implica. Marina Vargas muestra su cuerpo en tránsito, haciendo un duelo con la mujer que era para dar paso a una nueva, “tratando de no evitar el miedo, sino usarlo como combustible y ponerlo en perspectiva”, apunta la artista, de modo que la obra se va desarrollando “a modo de liberación y de tratar de exorcizar esa incertidumbre y asumir el renacimiento de un nuevo yo”. Su cuerpo, como objeto de estudio, hace visibles los tabús de la enfermedad, al tiempo que subvierte y deconstruye nuestra propia mirada, proporcionándonos una “enseñanza visual y discursiva para romper el canon, otra vez”, tal como subraya la crítica de arte Rocío de la Villa en el texto del catálogo que acompaña la exposición.
Las imágenes de la artista se contraponen con modelos clásicos, como el Torso del Belvedere, llamando la atención sobre la ausencia de torsos femeninos en la Historia del Arte. Marina Vargas reinterpreta y resignifica algunos modelos iconográficos de profundas implicaciones simbólicas, como la Piedad, y genera otros nuevos, como la propia imagen de “Intra-Venus”. La exposición se completa con una serie de “Exvotos” dorados realizados a partir de moldes clínicos reconvertidos en una suerte de armadura porosa, que incide en nuestra condición vulnerable.
Marina Vargas no solo aborda la doble ciudadanía de la enfermedad y sus carencias sociales, sino la cultura que la rodea y los intereses económicos que están detrás. La artista ha sustituido el color rosa, el que habitualmente se utiliza para edulcorar la realidad, por el tono salmón creado originalmente por la activista estadounidense Charlotte Haley en 1990 con el objetivo de despertar conciencias y denunciar la falta de atención por parte de las instituciones públicas hacia esta enfermedad, sobre todo en materia de prevención. Más adelante la compañía de cosméticos Estée Lauder cambió el color del lazo iniciando la campaña internacional con la imagen rosa que todos conocemos, a la que luego se unión Avon y la fundación Susan G. Komen, invisibilizando la historia original. La autora Anne Boyer se pregunta qué es del cuerpo enfermo cuando no encaja en ningún rincón del imaginario rosa de una campaña de recaudación de fondos. Marina Vargas recupera el color original para posicionarse contra los intereses mercantiles que vinculan el cáncer al color rosa, “objeto de mercadeo de una feminización pasiva y blanda”, como señala Rocío de la Villa.
En líneas generales, el trabajo multidisciplinar de Marina Vargas gira en torno a conceptos como la herencia cultural y sus significados a lo largo de la historia. En su trabajo se producen diálogos constantes alrededor de la sexualidad, la feminidad, la violencia, el amor y el deseo. En su obra, cargada de dramatismo, brutalidad y belleza combinada, reina el simbolismo revisionista de las identidades contemporáneas, creando un nuevo modelo de belleza híbrido y monstruoso que ha olvidado por completo el silencio del canon clásico.
Marina Vargas nace en Granada en 1980, pero vive y trabaja desde Madrid. Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Granada, donde posteriormente realiza los cursos de doctorado y un máster en Producción e Investigación en Lenguajes Artísticos. Inicia su trayectoria expositiva en 2001 mostrando su obra en importantes centros de arte nacionales e internacionales. Entre sus últimas exposiciones cabe destacar las individuales “El Cuerpo del Amor” (2020), comisariada por Óscar Alonso Molina en la Galería Llamazares de Gijón (Asturias), “Rito e Realtà” (2019) en Civiero Art Gallery del Palazzo del Parco en Diano Marina (Italia); “La Estética del Vértigo” (2018) en Costantini Art Gallery de Milán (Italia); “La Piedad Invertida o La Madre Muerta” (2017) en Ge Galería de Monterrey (México); “Las Líneas del Destino” (2016), comisariada por Óscar Alonso Molina en el Museo ABC de Dibujo e Ilustración de Madrid, España o “Nadie es Inmune” (2012-2013), comisariada por Omar Pascual Castillo en el Centro Atlántico de Arte Contemporáneo (CAAM) de Las Palmas de Gran Canaria. Algunas de las muestras colectivas más destacadas de las que ha formado parte son “El árbol de la rabia” (2022), comisariada por Semíramis González en Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC) o “Las formas del alma” (2017), comisariada por Susana Blas, en diferentes sedes del Instituto Cervantes. Participa asimismo en numerosas ferias nacionales e internacionales como ARCO en España, MACO en México, Volta New York en Estados Unidos, Contemporary Istanbul en Turquía, Miart de Milán o Arte Fiera de Bolonia en Italia, entre otras.
Su obra es parte de importantes colecciones y ha recibido numerosos reconocimientos, como el Premio INJUVE de Artes Visuales de Madrid y el Premio del Instituto Andaluz de la Juventud de Málaga en 2008. Entre los más recientes cabe mencionar en 2020 el Premio de Artes Plásticas en la XIII edición del Concurso de Artes Plásticas La Rural, organizado por la Fundación Caja Rural de Jaén; en 2021 el Premio a la Mejor Artista de Blanco, Negro y Magenta, y en 2022 el Premio de Artes Visuales Nebrija Crea, siendo elegida por el propio alumnado de la Universidad Nebrija de Madrid.
Recientemente ha sido nombrada comisaria del CNIO Arte, una iniciativa del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España que establece el contacto entre científicos y artistas de primera fila internacional para explorar los territorios comunes entre la investigación científica y la creación artística. Esta labor se complementa siendo además la presidenta de Intra-Venus. Asociación de creadoras para la visibilidad y el apoyo a las mujeres en procesos de cáncer.
Marina Vargas, Intra-Venus, Sala Robayera, Antiguas Escuelas de Cudón, Miengo, Cantabria. Del 30 de julio al 4 de septiembre de 2022.