
UN PROYECTO DE JULIA MORENO EN LA ALPUJARRA GRANAÍNA
María Bueno
En estos días, la incansable historiadora y comisaria Julia Moreno recorre las provincias de Granada y Jaén. Digo incansable porque, a menudo, su máxima es llevar el arte a lugares de difícil acceso, a espacios y núcleos de población alejados de la urbe; allí donde el arte es prácticamente inexistente. Justo a principios de diciembre de 2022 ha promovido una exposición del artista ecuatoguineano Pocho Guimaraes, siendo responsable del texto de la misma.
Dicha exposición tiene lugar en el pueblo de Lanjarón (Granada), en una antigua fábrica, y se va a desarrollar durante todo diciembre, para cerrar el año. Desde M-Arte y Cultura Visual nos hacemos eco de la misma, así como de la labor comprometida de Moreno, compartiendo el texto que ha escrito para uno de nuestros referentes artísticos textiles, en el panorama contemporáneo español.
Pocho Guimaraes. Aquel que viene de fuera
Cuenta el escritor Manuel Mujica Láinez en su hermosa obra “Bomarzo” que algunos objetos poseen un modo de “Alma” que se manifiesta solo a algunos seres elegidos. Esta verdad la conoce bien uno de los artistas contemporáneos más potentes y carismáticos del panorama internacional actual, su nombre es Plácido Bienvenido Guimaraes Malabo Moatariobo, más conocido como Pocho Guimaraes, nacido en 1951 en Guinea Ecuatorial, concretamente en Moka, Bioko. En Guinea le enseñaron que cualquier cosa que se encuentra en el camino quiere decirte algo, sólo hay que pararse a escuchar su voz. Pocho cuenta con sencillez cómo recoge objetos y los incorpora a su obra textil o escultórica; de qué forma los va entramando entre hilos de papel de periódico, rafias tintadas por él mismo con colores únicos y, según qué llamada, los conecta con restos de telas, lanas, maderas y demás cosas que le rodean. De este modo transmite toda la carga simbólica que queda contenida en cada objeto y que suma valor y sentido a la gran obra tejida.
El misterio y la poesía que guardan los árboles que se convirtieron en papel, las palabras que quedaron escritas en él, los restos de telas que alguna vez cubrieron la piel de otros seres, los restos de lata que quedaron vacías de su líquido; una sinfonía de color, texturas y formas que invitan a la puesta en escena. Este artista es un recolector de restos de vidas que renacen en forma de arte para ser sentidas, tocadas y portadas: danzar con ellas en un ritual de celebración de la vida. Pocho es un artista intuitivo, singular por su pluralidad creativa, incluso múltiple en su identidad. No es extraño, pues tuvo la suerte de ser educado por el último rey Bubi de Bioko y descendiente del legendario rey Moka, su abuelo D. Francisco Malabo, de quien heredó lo esencial de la cultura ancestral de su grupo étnico: la doctrina bubi de los espíritus (bajula) y el culto al morimó protector. Iniciado en el rito bonkó de los fernandinos, el artista puede escuchar “la Voz del Espíritu” en medio del éxtasis inducido por el estertor de los tambores. Esta raíz cultural “tradicional” permanece latente en sus creaciones.
A partir de los 10 años su educación es trasladada al colegio La Salle de Bata, un cambio radical hacia la educación colonial española, franquista y nacional-católica, y que llega hasta 1968, año en que se instaura la barbarie política e ideológica de Macías, que le afecta directamente con el asesinato de su padre. Con 17 años sale de Guinea impulsado por la dictadura, y su peregrinaje le trae a España primero y un lustro después a la URSS con una beca para cursar Arquitectura Urbanística. Durante aquellos duros años aprende idiomas (ruso, inglés, francés, castellano y portugués, además del bubi y pidgin que ya lo hablaba) y asimila un cosmopolitismo que le permite adaptarse a la sociedad europea y española de los años 80 y 90. Estudia Bellas Artes en la Universidad de Valencia, y se introduce en el mundo del cine, teatro, danza y televisión. Aprende a tejer tapices y comienza su aventura artística en la búsqueda de la experimentación, en la fusión de diversas disciplinas y técnicas. Siente la necesidad de sacar el textil de la pared al espacio, de interpelar a los sentidos en especial la vista, el tacto y el oído; superar la pasiva contemplación con la participación activa, haciendo también esculturas e instalaciones y realizando performances con incorporación de música y danza.
El interés de Pocho es re-integrar las distintas artes en la perdida unidad del Rito, convertir su personal performance artístico-ritual en una experiencia compartida de viaje espiritual colectivo, capaz de transformar al espectador en actor y co-autor de la misma. Su proceso de trabajo comienza como un juego con el encuentro de los materiales que van a formar parte de sus obras y su disposición, teniendo en cuenta sus texturas, color y formas. Estos se entrecruzan en la trama de forma ritual, según el contexto simbólico de cada uno y así va formando el tapiz, experimentando y dejándose llevar intuitivamente hasta que éste le indica sus posibilidades. Una vez que la obra está lista para salir de la pared al espacio, se plantea la instalación, a través de la cual comunica sus inquietudes. Este proceso de elaboración es una vivencia que comienza en una petición al morimó protector para que le guie hasta la escucha de la música que emana del tapiz, el cual se configura por sí mismo. Pocho se convierte entonces en una suerte de interlocutor que media entre sus manos y la energía que brota de los materiales, los cuales le van indicando su sitio hasta alcanzar la forma final.
Sus tapices, máscaras y los entrañables hombrecillos de papel contienen la esencia de una cultura ancestral que nos pide acercarnos a ella con la mente abierta para poder descubrir el interior y el sentido último de la obra de arte. Un viaje sorprendente y hermoso que el Arte nos ayuda a emprender y que nos lleva hacia nosotros mismos.
Julia Moreno. Historiadora y comisaria independiente. Granada, a 2 de diciembre de 2022, a propósito de la exposición de Pocho Guimaraes en la Antigua Almazara Gallegos, actual Fábrica Lanjarón. Lanjarón, Granada.