CATACLISMO

EL INVIERNO DEL PATRIARCADO

Ferdinand Hodler: Die Lebensmüden (Cansados de la vida), 1892

 

EL INVIERNO DEL PATRIARCADO
Marta Mantecón

Hace unos meses me insultaron en público. Fue durante una cena después de un encuentro teórico. Uno de los comensales (no voy a dar su nombre por respeto a su pareja, una compañera feminista) hizo un comentario bastante desafortunado sobre el estado físico de una artista de referencia para mí que hace unos días cumplió 90 años. Yo le rebatí poniendo en valor su trabajo y tratando de explicar lo mucho que me importa. Mi intervención fue bastante templada. Me refiero a que no utilicé la vehemencia con la que suelo responder en estos casos (lo que tampoco hubiese justificado lo que ocurrió después). Este señor me interrumpió y empezó a gritar: ¡Estás diciendo tonterías! ¡Esta chica es tonta! Lo repitió varias veces para que toda la mesa (bastante grande, por cierto) pudiese escucharlo. Decidí dar por terminada la conversación (recordé a mi hermana advirtiéndome desde pequeña que tenía que aprender a elegir interlocutor), pero lo cierto es que me violentó profundamente, aunque en ese momento no sentí dolor, como cuando tienes un accidente. Tardé varios días en digerirlo. Aún no se ha disculpado. Tampoco lo necesito y, en esta ocasión, ni siquiera le guardo rencor.

Supongo que mi intervención en el encuentro previo, abiertamente feminista (y bastante irónica respecto a las viejas masculinidades y los binarismos), produjo en él un choque cognitivo de tal magnitud que estaba esperando a que abriese la boca para explosionar, tratar de deslegitimarme en público y negarnos –tanto a la artista en cuestión como a mí– nuestro estatuto de sujetos políticos. Sentí con intensidad la violencia del patriarcado, pero también la fuerza de mi discurso rebelde y disidente con todo lo que ha cimentado sus privilegios.

Debatir sobre cualquier tema sin permeabilidad es una de las señas de identidad del patriarcado, que está hecho de un material más rígido que grafeno. Apuntalado en lo alto, desnudo y decrépito, tiene miedo a caer, sobre todo cuando la voz sale de uno de esos cuerpos a los que quiere instruir, someter y dividir.

No dejo de pensar en la cantidad de violencias, de todos los tamaños, que tenemos que soportar cada día las mujeres y resto de seres desautorizados por el viejo patriarcado. Llevamos así miles de años. Solo la potencia del feminismo puede hacer temblar su inmunidad, su memoria, su mundo en descomposición.

El 29 de octubre de 1971 Nancy Spero escribió a Lucy Lippard esta carta, que hoy suscribo más que nunca:

Querida Lucy
Los enemigos de la liberación de las mujeres en las artes serán aplastados.
Con amor
Nancy

 

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