Aicha Trinidad leyendo “Al empezar a cantar siempre se suman voces” en la inauguración del Capítulo 2 de la trilogía “Tetuan, Tetuán, تطوان” de Adrian Schindler. Fotografía: Lukasz Michalak, La Casa Encendida.
AL EMPEZAR A CANTAR SIEMPRE SE SUMAN VOCES
Aicha Trinidad Gououi
“Los restos de la antigua muralla no se exhiben, permanecen subterráneos porque son raíz. Las raíces son profundas y han resistido a la expulsión y a la humillación. Por arriba, una plaza llamada Oriente, a una cuadra de La Almudena, Al-mudayna, diminutivo de Medina. La Catedral de la Patrona de Mayrit, una virgen negra con nombre de origen maghrebí, se asienta sobre los cimientos de la Atalaya Islámica, que constituye el resto arquitectónico más antiguo de la ciudad.
Catedral o mezquita, na nuevo hace ecos en el parking. Keep it Halal I de Huda empieza con el verso cabezas cortadas, caras quemadas, las mismas que se encuentran situadas bajo la escultura en hierro y piedra de un Cabo que nunca honró a una estirpe. Nuestras cabezas pasan de moverse al ritmo del beat al de los golpes contra el adŷun ornamentado con símbolos amazigh, que sujetan las manos tatuadas con henna de Ikram. Frente a la escultura hay un atril que explica que el ejército español dio muerte a una tropa marroquí durante la guerra de Melilla. He convertido el atril en mi mesa de escritura. Al apoyar encima el borrador para un cancionero anticolonial del norte de Marruecos, ha quedado invisible la placa de conmemoración de la hazaña.
Dejo de anotar entre las líneas de El cantar del Monte Abarrán, y levanto la mirada. Veo la complicidad entre Ibrahim e Ikram, que se miran a los ojos mientras cantan en rifeño al unísono. Me revuelvo por dentro al recordar a mi tía Zohor cuando escucha una palabra y seguidamente la liga con una canción que la contiene. Al empezar a cantar siempre se suman voces. Supongo que recordarla en ese entorno fue la primera señal que me advertía de que lo que se estaba formando desbordaba el proyecto mismo para ser una familia en potencia, un ejército.
La Guardia Mora se encuentra reunida en la radio de la Casa Encendida. Traslado a Yasmina, Nouah y Ernesto las palabras de Louisa Yousfi sobre Kateb Yacine: tomar el arma del enemigo y volverla contra él. Se han convertido en estrategia infalible. Una estrella verde de cinco puntas sobre fondo rojo se enlaza con la bandera de la tierra santa; verde, blanco, negro y un triángulo rojo, ambas colgadas detras de Yasmina y Nouah. Ernesto es corresponsal en Al-Andalus. Hajar y Youssef entran en diferido desde Tánger y desde Chicago. Parece que están formando un nuevo comité de liberación del Maghreb. Su podcast me enseña más de mis países que mil libros de historia, pues los saberes circulan en él de forma horizontal. La democratización de las lecturas y el ejercicio de volverlas accesibles es una forma de hacer esencial en el anticolonialismo, para no seguir produciendo contenido para una élite determinada, que instrumentaliza nuestras investigaciones y nos sitúa como objeto de estudio en lugar de como sujetos de nuestras producciones deseantes. Cerrar la puerta a nuestro paso es una trampa inaceptable. Pienso ahora en la presencia del color rojo en la película, en los reflejos, en las banderas, en las paredes, en las luces cálidas… Dicen que la historia se escribe con sangre. Me pregunto si para nuestra re-escritura hará falta sangrar.
Serah para de hacer fotos un momento, y se lleva la palma de la mano al corazón cuando escucha a Fátima cantar sobre el vapor de fuego que va de Ceuta a Gibraltar. Aún conservo en mi móvil las grabaciones donde Fátima buscaba la melodía para una canción de celebración de la independencia marroquí en 1956. Serah y yo escuchamos con atención cada nota. Adrian habla de Serah y de mi como la mirada y la palabra, inseparables y complementarias. Ella, para mí, tiene una mirada que le permitió capturar la esencia de quienes estábamos allí.
Proyectos como este que caminan por encima de la historia para escuchar lo que hay debajo, siguen los pasos de Genet. Traicionar la blanquitud no es tarea fácil, sobre todo porque esto nunca dependerá enteramente de uno. Al final, todas estamos atravesadas por contradicciones y ahí, en la complejidad del umbral, radica la riqueza y la posibilidad del encuentro. Veo a Adrian como un desertor entre sus pares, más cercano a nosotras que a ellos.
A diferencia del ritmo frenético con el que habitualmente recorremos la ciudad, estos días participamos de un andar lento. En cada esquina repienso el legado colonial, reviso espacios olvidados y me doy cuenta de cómo se han transformado en escenarios de nuestros relatos, y como los hemos reconquistado dialécticamente.
Ibrahim reconoce una mezquita olvidada en la que su padre rezaba, y frente a ella exterioriza el lamento de una pérdida. En la calle veo como hombres, mujeres y niñxs le miran con emoción. Imagino que su voz es un canto que escapa de las paredes de la mezquita para ser pregonado a los cuatro vientos e inundar las calles, haciéndolas nuestras de nuevo. Es importante recuperar nuestros espacios de enunciación. Durante décadas, Occidente nos pidió invisibilizar nuestras creencias y costumbres como moneda de pago para la integración. Su discurso de superioridad caló en muchas generaciones, pero con el tiempo caímos en que la asimilación es una trampa. Nuestrxs abuelxs, padres y madres llegaron con la cabeza agachada, y nosotras tenemos la responsabilidad de erguirla. Con este fin, me valgo de la imaginación para contar nuevos relatos.
Un último vaso resuena antes de hacerse el silencio en la Taberna Mozárabe. Reunidas en semicírculo, pienso en las miradas que intercambiamos, como si fuera una íntima red de hilos que nos mece. El sentido de pertenencia siempre esconde algo truncado, pero ese instante nos pertenecía. Todas recordamos nuestras historias no contadas, la grabación solo era un pretexto. Lo que estaba pasando allí era teoría y práctica, texto, metodología y saber unidos. Con nuestra moralidad intacta, tratamos de desmantelar el relato hegemónico de la historia, que nos sigue contando que hubo blancos y bárbaros, héroes y derrotados. La música empieza a sonar. Othman y Juan pinchan canciones que mi madre cantaba cuando era pequeña y que ahora solo canta cuando va a Marruecos. La música se abre ante nosotrxs como un espacio dialéctico ofreciéndonos otros horizontes por explorar. Terminamos el rodaje bailando, y es que, con el cuerpo presente, bailar es resistencia”.
Texto escrito a raíz de la película «Tetuan, Tetuán, تطوان» (capítulo 2) de Adrian Schindler.
Revisión: Eduardo Terrén Plaza, Lucci García y Rafael Sánchez-Mateos Paniagua.
“Tetuan, Tetuán, تطوان”. Fátima Bourhim e Ibrahim Ibnou Goush delante de la taberna Mozárabe. Fotografía: Serah Boom.
Este texto fue leído frente al público, dentro del proyecto Tetuan, Tetuán, تطوان (capítulo 2), en La Casa Encendida de Madrid. La trilogía fílmica Tetuan, Tetuán, تطوان de Adrian Schindler examina las huellas que el pasado colonial en Marruecos ha dejado en la sociedad española mediante una metodología colaborativa, abordando tanto la producción cultural y el espacio público como el imaginario colectivo. En colaboración con Fátima Bourhim Mesaoudi, Ikram Essaghir, Ibrahim Ibnou Goush, Huda Laamarti, La Guardia Mora (Yasmina D. Aidi, Nouhad Boudih, Ernesto Maleno y lxs invitadxs Hajar Loulichki y Youssef Boucetta) y Sono Mayrit b2b Disco Atlas (Juan Valero y Othmane El Aabsi).
انويور ايباون
انويور ايباون
ما حرّ ياختى
غا الدّخلة نالشّاون
Florecillas del haba,
florecillas del haba:
¡qué amarga fue, hermanos,
la invasión de Chauen!
Canción anónima de género taqtuqa de la región de la Yebala (Norte de Marruecos)
“Las celebraciones eran un medio de lucha.”Amina Loh (Alhucemas, 1926 – Tetuan, 2015)
Desarrollada en tres ciudades en diálogo con agentes culturales marroquíes y españoles, la trilogía Tetuan, Tetuán, تطوان de Adrian Schindler explora estrategias narrativas para resignificar lugares como la Plaça de Tetuán en Barcelona, el distrito de Tetuan de las Victorias en Madrid o el Cine Teatro “Español” de la propia ciudad de تطوان en Marruecos. Puntuado por lecturas, canciones, cuentos y conversaciones informales al pie de monumentos, en calles, cafés y museos, el proyecto sostiene la idea de que la oralidad ofrece resistencia a los discursos hegemónicos y favorece la emergencia de otros imaginarios.
El primer capítulo, realizado en 2021 en Barcelona y estrenado en el MACBA, se centró en la implicación de la representación en las relaciones de poder y en la supervivencia de la iconografía orientalista y colonial, en particular en la producción audiovisual actual, dando lugar a una reflexión sobre el reparto de los papeles y los mecanismos de la propia película.
El segundo capítulo, que ha sido rodado en Madrid este año y se presenta por primera vez en La Casa Encendida, aborda hechos históricos silenciados, sus repercusiones socioculturales y formas de resistencia desde el canto y la música. Deteniéndose en particular en canciones históricas (tanto en árabe clásico, como en darija y tarifit), la película pone el énfasis en el papel que este modo de protesta inmaterial ha desempeñado en las luchas anticoloniales. Al representar a la vez un valioso documento de transmisión de estos acontecimientos desde las perspectivas marroquí y rifeña, las letras nos ofrecen llaves para hacer otra lectura del espacio público madrileño, su toponimia y sus monumentos.
El tercer capítulo se rodará en la propia ciudad de Tetuán en 2024 y tendrá lugar en un vestigio arquitectónico del Protectorado, el Teatro Cine Español. Reunirá participantes de los capítulos anteriores con agentes culturales locales para poner en perspectiva las problemáticas de la película en el contexto marroquí, generando un dialogo transfronterizo en una ruina del imaginario colonial español.