PAISATGE AMB CAVALL
Marta Mantecón
Prólogo
El tríptico que da título a este proyecto procede de la secuencia inicial de la película Andréi Rubliov de Tarkovsky (1966): «El guión preveía el siguiente episodio: un campesino fabricó unas alas, subió a una catedral, se lanzó al vacío desde lo más alto y se estampó contra el suelo. No pudo ver nada. Cayó al suelo y se mató: nada más»1. Mientras vuela, observamos una manada de caballos al galope. En el momento en que ocurre el fatal accidente, un caballo —animal proveedor de infinitas metáforas— se revuelca en la tierra, cae y se levanta, mostrando cómo la naturaleza, ajena a la narrativa, sigue su propio devenir. Natalia Julve traslada esta escena a unos papeles de gran formato, invirtiendo la secuencia. Dibuja con barro que ha amasado previamente con sus manos, pues utiliza una pasta que lleva unas partículas de grafito amalgamadas en un medio graso que puede moldear. Habitualmente, el punto de partida de la artista es su archivo personal de fotografías, tal vez para devolverles su estatuto material. La composición que abre el proyecto, Pell (Piel), parte de un detalle de un cuadro conservado en el Museo Calouste Gulbenkian de Lisboa: Les Bretonnes au Pardon de Pascal Dagnan-Bouveret. Fue pintado en 1887, un año después de que Paul Gauguin llegase a Pont-Aven, en la Bretaña francesa, buscando lo genuino, y un año antes de que Paul Sérusier presentara su célebre Le Talisman, que dio origen al grupo de Los Nabis. Catalina Julve experimenta con unas pastillas de pigmento prensado, similares a las tizas de las modistas, que le permiten bosquejar e incidir mejor en la naturaleza del dibujo, que no es otra que «reconocer y tal vez reconciliar una contradicción aparente: la que se produce entre presencia y ausencia»2. Tanto las bretonas como el Xardineiro (Jardinero) que enmarcan este prólogo, señalan el contacto con la naturaleza como paso necesario en el camino hacia la libertad. La pintura es la piel. El paisaje, una construcción.
Los paisajes
La película de Tarkovsky cuenta la historia de un pintor de iconos. Rodada íntegramente en blanco y negro, finaliza con una secuencia en color de sus pinturas mientras unos caballos pastan bajo la lluvia, ofreciendo una hermosa analogía con el galope inicial. En una prolongación imaginaria de esta narrativa, los paisajes de Catalina Julve representan la progresiva emancipación del referente. La artista recurre a un formato menor, prescindiendo de las imágenes fotográficas para sumergirse en la naturaleza desde su propia experiencia. Se trata de un proceso inmersivo que le lleva a desprenderse de la presión narrativa para dejar que la mano hable, sin fórmulas concretas, entregándose a la intuición, lo incierto, el azar y lo no calculado, jugando con los ritmos y explorando todo lo que concierne a la pintura más allá del tema: su grado de saturación, sus matices, su brillo u opacidad, sus afinidades y contrastes. Esta práctica más espontánea y conectada con el lugar persigue un propósito puramente experimental, que le da la posibilidad de investigar otras formas de aproximarse al hecho artístico que apelan a la pérdida de control, la osadía y, por encima de todo, la libertad3. El color se despliega en múltiples capas y el gesto se intensifica. Las formas van cobrando autonomía, haciendo convivir las sensaciones que le producen los elementos del paisaje (un caballo, un pájaro, un árbol o una fuente) con formaciones indeterminadas que se sitúan ya en un plano más abstracto. Cada composición va revelándose, demandando lo que necesita. Lo visual manifiesta entonces su esencia pura. Asistimos a un mundo en formación de acuerdo con una naturaleza cambiante, en permanente transformación. La artista utiliza unas barras de color acrílicas y grafito de la fábrica de Viarco en João da Madeira (Portugal). De nuevo, pigmento y grasa.
Epílogo
Los bancales son pedazos de tierra que se aprovechan para todo tipo de cultivos, por lo que son una fuente de nutrición y alimento. Catalina Julve llama así a los campos de color con los que ha llevado a cabo todo el proyecto. Son monocromos que expresan la materialidad pura de los colores con su densidad, su hidratación, su olor, su sabor, sus valores sensibles y su origen mineral u orgánico. Dispuestos en capas de color superpuestas, cada Bancal muestra su dimensión más física y corpórea—algo así como el procedimiento de magro a graso que dio origen a la técnica de pintura al óleo en el siglo XVI— hasta adquirir una presencia casi escultórica. Catalina Julve reflexiona sobre la naturaleza de las imágenes en un progresivo trabajo de simplificación y conocimiento acerca de la íntima conexión que existe entre la naturaleza, el arte y los materiales. Todo acaba diluyéndose hasta convertirse en una abstracción, consciente de que en un monocromo, lo inevitablemente perdido, sigue ahí. «Se observa para ver lo que no se ve cuando no se observa»4.
Notas:
1 Andréi Tarkovsky: Esculpir en el tiempo.
2 John Berger: Sobre el dibujo.
3 «Para venir a lo que gustas / has de ir por donde no gustas. / Para venir a lo que no sabes / has de ir por donde no sabes», en Juan de la Cruz: Monte de perfección.
4 Ludwig Wittgenstein: Observaciones sobre los colores.
Catalina Julve, Paisatge amb cavall, Institut d’Estudis Baleàrics, Artesantander, Palacio de Exposiciones y Congresos, Santander. Del 12 al 16 de junio de 2024.
Más información:
http://www.iebalearics.org/es/noticias/artes-visuales/artesantander-2024.html
https://www.catalinajulve.cat/