EL TERCER REINO: MARINA NÚÑEZ EN LA SALA ROBAYERA
Redacción
La Sala Robayera del Ayuntamiento de Miengo (Cantabria) cierra esta temporada expositiva con una exposición individual de Marina Núñez, reconocida en la VI Edición de los Premios MAV (Mujeres en las Artes Visuales) como mejor artista, que lleva por título “El tercer reino”. La muestra, organizada y respaldada por el Ayuntamiento de Miengo, con la colaboración de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria y de La Gran, reúne alrededor de una quincena de obras realizadas entre 2019 y 2024 incorporando técnicas digitales, dibujos a lápiz sobre madera, piezas tridimensionales y una selección de vídeos en los que la artista profundiza en nuestra relación con un entorno donde lo natural se funde con lo artificial.
“El tercer reino” posee un significado abierto e imaginario en el que ciencia y fantasía se unen para presentar un escenario en el que la tecnología nos encarna y diferentes especies conviven en un ecosistema híbrido, habitado por identidades mutantes donde la materia interacciona constantemente con todo lo que le rodea, lejos de cualquier dualidad o binarismo. La artista nos sitúa frente a seres permeables e interconectados que participan de las características del cíborg y se mimetizan con el entorno u otras especies para reflexionar sobre el lugar que ocupamos en nuestro medio. El título recuerda, por un lado, las palabras con las que Dante aludía al Paraíso o el Cielo en La Divina Comedia, pero también a lo inverosímil que resulta nuestra obsesión por clasificar en diferentes categorías nuestras infinitas formas de estar en el mundo, pues todas ellas están profundamente relacionadas. La propia Lynn Margulis planteó una visión integradora de la biología como un proceso donde todos los seres convivimos en una red de cooperación, simbiosis e interdependencia, frente al viejo modelo de competición entre organismos individuales. “La cultura no difiere de la naturaleza”, afirma Lidia Gil en el texto que acompaña el catálogo de la exposición, y “los límites entre lo animal humano y lo no humano se quiebran estrepitosamente a sabiendas de que nuestro cuerpo lo constituyen también millones de microorganismos que consideramos pertenecientes a reinos lejanos al nuestro”.
La exposición arranca con “Inmersión” (2019), tres vídeos que representan un viaje hacia un espacio infinito, a medio camino entre lo pétreo, lo mineral, lo vegetal y lo cibernético, que se reconstruye a medida que descendemos conformando un paisaje fractal donde la misma estructura se va repitiendo a múltiples escalas, desafiando la noción de original. Las formas recuerdan los mocárabes que representan la bóveda celeste simbolizando un cosmos ordenado que, en este caso, parece haber invertido su posición. Los habitantes de este extraño escenario alejado del Edén celestial, comparten las mismas formas que su entorno, de modo que cuerpo y paisaje poseen la misma trama hasta llegar a mimetizarse. La palabra “fractal” procede de un vocablo latino que significa quebrado o fragmentado, lo que delata su condición frágil y vulnerable, pero abierta al intercambio. Junto a ellos, dos piezas tridimensionales de cristal grabado con láser y retroiluminadas por la base, pertenecientes a la serie “Historia natural” (2023), presentan nuevamente unas criaturas híbridas que flotan ingrávidas mientras proyectan su luz en un universo compuesto por los mismos elementos que recorren su cuerpo formando una maraña de líneas o un circuito conectado, apuntando hacia esa simbiosis entre lo natural y lo artificial que muestra que todo el universo está interconectado, de modo que las mismas leyes y principios rigen tanto lo más grande como lo más pequeño.
“Simbiosis (droseras)” (2022) es el título de una serie de imágenes digitales sobre aluminio que presentan, a modo de retratos, los rostros de unos personajes de forma humana con una belleza singular pero de piel alienizada o quizá tatuada, con una textura hiperornamentada que de nuevo remite a los mundos vegetal y mineral. Alrededor de los ojos crecen droseras, que son unas plantas carnívoras más conocidas como “rocío del sol”, añadiendo una significativa carga metafórica a estos personajes que nos interpelan (posiblemente sean una suerte de guerreras cuya epidermis forma una red que se expande desde su cuerpo al territorio, como un sistema de defensa, una trampa o, tal vez, un arma de seducción). Esta serie continúa con unos dibujos sobre madera que llevan por título “Dafne” (2023), nombre que hace alusión al mito recogido en Las metaformosis de Ovidio en el que una ninfa, escapando de Apolo, se transforma en laurel, conectando así una simbiosis “mítica” con presentes o futuros posibles. Como las eucariotas, estos seres poseen un núcleo rodeado por una membrana que se sitúa en la frontera entre lo vegetal y lo textil que ya no aísla del mundo como una armadura ni preserva la unidad de un yo unitario y compacto, sino que enlaza con el exterior para que podamos penetrar por sus fisuras y sus huecos. Son cuerpos agujereados y, por tanto, penetrables, capaces de mutar y llenos de aberturas a conexiones múltiples.
Estas imágenes se acompañan de unos bajorrelieves de latón lacado que llevan por título “Envidia” (2022), en los que unas manos imitan el gesto de la planta que les acompaña: una baya de goji, una rama de abedul, una rama de nuez y una zinnia. Esa comunión entre especies, fruto de la voluntad y el deseo, acaba produciendo una floración de hojas, frutos y flores.
Completa el recorrido “Espejismo” (2023), un trabajo de animación compuesto por una veintena de vídeos de 39 segundos cada uno en los que observamos la desintegración de unos cuerpos en el desierto de cuyos granos de arena acaban brotando flores, planteando la convivencia inevitable entre lo inerte y lo viviente, como un efecto similar a la Fata Morgana, una ilusión óptica que nos permite imaginar formas más allá del horizonte.
Y, por último, los cinco vídeos de dos minutos de duración que vertebran “Herbarium” (2024) nos sumergen en una fábula de magia y artificio que nos traslada a una especie de laboratorio donde la alquimia se da la mano con la ciencia, haciendo convivir diferentes temporalidades, como subraya la ambientación musical de Luis de la Torre (compositor de la música de todos los vídeos de Marina Núñez). Observamos unos extraños artilugios de donde surgen unas esferas de cristal en las que brotan formas vivas, magmáticas y fluidas, rodeadas de un entorno de vidrieras, baldosas y mobiliario que representan especies vegetales reales o imaginadas que remiten a la iconografía de los primitivos flamencos, los prerrafaelitas ingleses o el modern style , mientras se produce un mutuo contagio. Estas formas, en constante metamorfosis, parecen capaces de integrarse con cualquier elemento y crear su propio entorno o brotar de él en un proceso que nunca se acaba.
Profesora en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo, Marina Núñez inicia su carrera artística a finales de los ochenta, trabajando con diferentes disciplinas y aplicando las nuevas tecnologías y los parámetros computacionales a cuestiones relacionadas con la ciencia ficción, la locura, la histeria, lo monstruoso, la otredad y las identidades subalternas . Su obra, mostrada ampliamente dentro y fuera de España, forma parte de importantes colecciones nacionales e internacionales. Ha expuesto individualmente en centros como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (1997), la Fundació Pilar i Joan Miró de Palma de Mallorca (2000), el Instituto Cervantes de París (2006), el MUSAC de León (2009), el Museo Patio Herreriano de Valladolid (2012), la Sala Alcalá 31 de Madrid (2015), el Artium de Vitoria (2016), Es Baluard de Palma de Mallorca (2017), el TEA de Tenerife (2019), la Sala Kubo Kutxa de San Sebastián (2021), el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (2021) o el Museo Lázaro Galdiano (2023) de Madrid. Ha participado asimismo en numerosos proyectos colectivos internacionales en Antichi Granai della Giudecca de Venecia (2001), Hamburger Bahnhof de Berlín (2002), Science Museum de Londres (2004), White Box de Nueva York (2005), ZKM de Karlsruhe en Alemania (2010), MOCAK de Cracovia en Polonia (2015), Palazzo Riso de Palermo en Italia (2017), Musée des Beaux-Arts de Ajaccio en Córcega (2018), MoCA de Shanghai (2018) o CAFA Art Museum de Beijing (2023), así como en encuentros internacionales como la I Bienal Internacional de Arte en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires o la 59 Venice Biennale Arte Official Selection en el Palazzo Ca’ Bernardo de Venecia.
Marina Núñez, El tercer reino, Sala de Arte Robayera, Antiguas Escuelas de Cudón, Ayuntamiento de Miengo, Cantabria. Del 28 de septiembre al 3 de noviembre de 2024.
Más información:
http://fueradeescena.eu/salarobayera_2024_marinanunez.html