La artista Nora Ancarola
ENTREVISTA A NORA ANCAROLA
Elina Norandi
Has sido una de las artistas catalanas elegidas para participar en la Manifesta, ¿cómo está resultando la experiencia de formar parte de este destacado evento internacional?
Participar en un evento de esta envergadura siempre es una experiencia singular en tanto que te sitúas más cerca de los dispositivos de poder y de mercado. En mi caso y por las características del proyecto #lamevaripollet (la Ripollet mía) muy enraizado con el territorio y la ciudadanía de Ripollet (una pequeña ciudad del entorno de Barcelona) se está poniendo en cuestión la capacidad que puede tener una Bienal para alojar y debatir proyectos complejos sin una imagen “bienalística para la foto”. Manifesta está demostrando que su voluntad descentralizadora no es tal y que colocarse en lugares estratégicos de extra-radio puede estar voluntariamente o involuntariamente apoyando los procesos de gentrificación que los algunos Ayuntamientos persiguen. De todos modos, la experiencia tiene zonas muy positivas, espacios de intercambio con otras artistas y la posibilidad de contactar con agentes que llegan al proyecto con un enorme interés y entusiasmo, buscado algo más que la obra espectacular y de impacto.
¿Nos puedes explicar en qué consiste tu proyecto?
#lamevaripollet parte de la idea que las acciones urbanísticas no son neutras, cada intervención constructiva es un posicionamiento político o más bien ideológico. Determina la vida de la gente. Transitar por el puente-pasarela de Ripollet es comprobar que la falta de accesibilidad no es una abstracción, sino la clara evidencia de la falta de atención a las necesidades de la ciudadanía de a pie.
El proyecto realiza un análisis social y poético-feminista de una ciudad vista desde una perspectiva femenina donde se amplifican las voces de mujeres de tres generaciones diferentes que han estado trabajando para mejorar y mantener las condiciones de vida de su ciudad. Ellas son Salma Llovet cantante de rap de 19 años, Anna Puertas, periodista y fotógrafa de 36 años y Silvia Balaguer, guitarrista de rock duro de 56 que, hace pocos años luego de dedicarse a la pastelería de sus padres, vuelve a la música y lidera un nuevo grupo, Deqlive.
El sueño y la pesadilla, 2024
Hablemos de tu trayectoria anterior, comenzaste como pintora y ahora eres una artista visual muy centrada en el video y las instalaciones audiovisuales, ¿cómo fue este tránsito?
Es verdad que durante muchos años mi actividad principal fue la pintura, aún hoy me sigo sintiendo pintora, al menos me identifico totalmente con ese mundo tan silencioso que configuran las veladuras y los gestos. Pero siempre trabajé con muchas técnicas y procesos diferentes. En mi trabajo siempre he tenido un objetivo y la técnica utilizada era la que creía más idónea y que mejor explicaba la idea.
La llegada de las videoinstalaciones (que hoy por hoy compagino con muchas otras técnicas) se produce por dos motivos esencialmente: el primero porque la abstracción gestual en la que estaba inmersa en los 90 me comenzó a resultar un camino sin salida, demasiado egocéntrico que, en mi caso, me aislaba del mundo real. La vuelta a la figuración no me parecía una opción posible y comencé a utilizar recursos fotográficos y de referencias directas a la imagen desde el texto. La imagen en movimiento surge de allí como una pintura que respira, de hecho mis primeros vídeos son muy lentos y poco definidos. En segundo lugar, en esa misma época, el desplegarme en el espacio me parecía una necesidad de extraer la obra de un espacio de visión única.
Tu obra tiene un fuerte contenido socio-político, ¿qué circunstancias de tu vida y de tu formación como artista te han llevado a profundizar en estos temas a través de la creación?
A los 14 años, a la pregunta de un profesor sobre qué era para mí la ética, contesté: hacer las menos concesiones posibles. Es el día de hoy que aún sigo pensando lo mismo, aunque en aquel momento no me imaginaba lo difícil que era conceder mínimos en esta sociedad. Entré en el partido comunista de mi país a los 13 años, a los 15 marché porque no me gustaba su estructura militar y jerárquica. A los 21 tuve que marchar de Argentina y en menos de una semana me encontré en España. En estos momentos me desespera pensar que la misma dictadura represora que me expulsó de mi país, ahora está gobernando habiendo ganado unas elecciones. No puedo evitar incorporar mi visión política y de clase en mi trabajo. Pero es importante aclarar que desde hace tiempo lo político para mí tiene mucho que ver con lo privado, el feminismo me ha dado entre muchas otras cosas esa increíble perspectiva, sin perder la conciencia de lo social, de las fragilidades, de la exclusión, de las desigualdades que determinan la vida y las posibilidades de la gente para vivir plenamente.
Politizaciones del malestar, 2017
También estás muy vinculada a los movimientos feministas y el pensamiento político de las mujeres, ¿qué papel juega la sororidad en tu trayectoria artística?
Tal como dices, los movimientos feministas, los feminismos. Nunca me he enmarcado en una tendencia específica, y menos en las luchas teóricas y de poder de ciertos feminismos que reproducen lo peor del patriarcado. La sororidad solo la entiendo desde la no competitividad, desde el amor por la compañera a la cual le deseas el mayor de los éxitos y una vida plena. He sido y soy feminista des de que le rogaba a mi madre que le exigiera a mi hermano las mismas tareas que a nosotras, mi hermana y yo. Soy feminista en la lucha por las disidencias sexuales en mi vida cotidiana y en mi trabajo. Desde hace tiempo trabajo en colaboración o convidando artistas en mis proyectos. La gran mayoría son mujeres o elles.
¿Qué artistas del pasado y actuales constituyen referencias insoslayables para ti?
Me entusiasma esta pregunta. En estos momentos se tienen poco en cuenta las referencias. Comencé con una educación centrada en los artistas hombres y a pesar que de ello reniego, mi pasión por Tiziano y Rembrandt siguen intactas. De la modernidad Klee es mi preferido, pero el descubrimiento de las artistas mujeres de la Bauhaus (Anni Albers, Marianne Brandt, Alma Siedhoff-Buscher) cambió mi paradigma. Mi artista clave fue y es aún, Claude Cahun, sin duda. Rebecca Horn, Eva Hesse, Ana Mendieta, Jo Spence, son fuente enorme de inspiración. De nuestro entorno más cercano, Pep Espaliú i Sílvia Gubern son referentes remarcables de los 90. Hoy, disfruto enormemente del trabajo de Kiki Smith, no me canso de ver obras de Louise Bourgeois y cada vez me acerco más a la arquitectura-display de Gae Aulenti y al cine experimental de Barbara Hammer o la Akerman.
También la escritura de teoría y análisis de los procesos creativos, es importante en tu trabajo. En este sentido fue muy difundido y trascendente tu proyecto colectivo Politizaciones del malestar, ¿nos puedes explicar en qué se basaba y cómo se desarrolló?
Politizaciones del malestar partió de unas charlas con Laia Manonelles por intentar profundizar en otras maneras de gestionar el malestar sistémico desde los procesos creativos. El trabajo de Laia y algunas propuestas creativas mías confluían en el intento de dar respuesta a la progresiva “alienación”, que se articula desde las instituciones hegemónicas y que soluciona todo problema emocional con la medicalización desde diagnósticos poco rigurosos. Queríamos articular y recopilar experiencias de procesos creativos donde el o la artista tenía conciencia del trabajo procesual con voluntad transformadora. En un momento del proyecto incluimos a Daniel Gasol, quien participó en el proyecto diseñado para Arts Santa Mònica y en la publicación.
Pongamos en juego, 2024
Además, has dedicado muchos años de tu vida a ser profesora de pintura en la Escuela Superior de Arte y Diseño Llotja de Barcelona, ¿cómo valoras la aportación de la docencia a tu carrera artística profesional y viceversa?
La docencia en un principio fue un modo de vida, aunque en seguida comprendí el enorme interés que tenía para mí la transmisión de experiencias y la posibilidad de intercambio con las nuevas generaciones. La compaginación de la docencia con el trabajo artístico no es fácil, ya que son dos cosas que requieren una gran dedicación y focalización. Lo he hecho una gran parte de mi vida y realmente creo que ha dado un sentido social a mi vida de artista.
En conjunto, eres una artista muy completa y con una altísima capacidad de elaborar complejos entramados conceptuales, ¿qué opinas de la banalidad instalada en una gran parte del sistema artístico actual, plagado de instagramers y tiktokers que se dicen artistas y congregan miles de seguidores?
No sé exactamente si es debido a los instagramers o tiktokers, o quizás ellos mismos son la consecuencia de una educación que prioriza la tecnología y las ciencias, frente al desmantelamiento de las asignaturas humanísticas que propician el pensamiento crítico. Por otro lado, en la enseñanza del arte no hay reconocimiento de las genealogías. En estos momentos jóvenes artistas proponen obras que han sido experimentos desde hace décadas. Eso hace que todo les parezca maravilloso, desde la propia ingenuidad. Desde hace tiempo creo que hemos de citar a nuestros y nuestras referentes, porque si no, siempre estamos comenzando, en el mismo punto de salida. No avanzamos. En cuanto a la visualidad, prima el espectáculo y las modas. Me preocupa muchísimo que la literalidad de las propuestas, hacen que lo visual solo se limite a ilustrar las ideas, sin avanzar a los terrenos de lo visual, no dicho, que es lo en el que el arte le ha sostenido como diferente, como empático desde otro lugar. Si la visualidad se torna algo previsible, pierde todo su sentido. Es verdad que estamos rodeadas de imágenes, pero de imágenes previsibles, que no aportan absolutamente nada a lo dicho. Instagram i Tik-tok no hacen más que reafirmar las convenciones, como hace la IA cuando le pedimos que nos escriba un cuento o nos cree una imagen, lo ya dicho, y de lo ya dicho, lo más tópico. Quizás esto que se produce en redes tendría que tener otro epígrafe, otro nombre, con otro enunciado.
Obras tuyas forman parte de la Colección Nacional de Arte de Cataluña ¿cómo valoras este hecho y que próximamente vayas a exponer en el MNAC?
Tener obras en una colección es siempre gratificante. Después de muchas décadas de trabajo continuado llegan algunos reconocimientos, pero siempre los he entendido como algo que debería suceder. Todos estos años de duro trabajo de doble y triple jornada no me permitían gestionar mi obra y si bien creaba y exponía continuamente no había un trabajo de relaciones. Esto me resultaba duro, pero nunca he podido darme el lujo de dejar de trabajar en algo para vivir. Exponer en el MNAC en estos momentos es una gran satisfacción. Poder realizar un proyecto ligado al propio espacio está siendo para mí una experiencia muy estimulante y única.