QUE EL MIEDO CAMBIE DE BANDO
Rocío de la Villa
En plena Cuarta Ola MeToo, después de «la vergüenza debe cambiar de bando» de la valiente Gisèle Pelicot, llega «que el miedo cambie de bando» vinculado al instagram de Cristina Fallarás, con cientos de casos de víctimas de violencia sexista que necesitan contarlo, aunque les daba miedo denunciarlo. Ahora comienza el goteo y estamos en suspenso, porque el victimismo de comadres de Fallarás puede explotar en cualquier momento. Pero incluso así, latente, ya provoca pavor entre los partidos políticos, medios de comunicación, instituciones y toda clase de empresas. ¿Quién, cuándo y hasta dónde puede llegar?
¿Y en cultura? Recientemente, el Ministerio ha activado la Unidad de Prevención y Atención Contra las Violencias Machistas en el Sector Audiovisual y Cultural: «un servicio de primera atención para casos de violencias machistas que hayan ocurrido en el ámbito laboral del sector audiovisual y cultural a nivel nacional y cuyos fines son prevenir y erradicar todas las formas de violencia de género contra las mujeres, en especial la violencia sexual, desde una perspectiva feminista y con un enfoque de género, derechos humanos e interseccional». Suena bien: prevenir mejor que curar.
Está por ver que más allá de consejos y terapias, tenga alguna efectividad ante las injusticias y violencias de toda índole que sufren las agentes y que, salvo excepción, jamás denuncian, obviamente por temor a represalias. Y esto es lo que ocurre siempre con las vías gubernamentales e institucionales del patriarcado: primero, sufre y conviértete en víctima y ya veremos luego qué pasa con los agresores. Por eso se estima que solo se denuncia un 8% de las agresiones. Asi como la igualdad nominal no servía, tampoco sirven estos cauces diseñados para victimizarnos y en definitiva, protegerlos a ellos.
Sin embargo, entre el silencio y la denuncia en los juzgados, hay otra vía catártica, que va de prevenir a propias y extraños, extender sospechas fundadas hasta desencadenar dimisiones y el oprobio social. Que los rumores no paren, que las recriminaciones de unos y otros sean más y más exigentes, porque ante ellas tendrán que responder.
El arte feminista lleva décadas visibilizando todas las caras de la violencia de género y subvirtiendo nociones y estrategias de la dominación, desde el terror y la compasión a la parodia y la carcajada. Ahora el miedo cambia de bando en una subversión más, a través de lo que obligadas hemos hecho a lo largo de la historia: contarnos nuestros secretos.