CATACLISMO

TAN FUERTE Y TAN FRÁGIL COMO UN NUDO QUE FLOTA

TAN FUERTE Y TAN FRÁGIL COMO UN NUDO QUE FLOTA
Obras recientes de María Ortega y Cristina Ortega
O cómo cartografiar la memoria a través de lo textil
Omar-Pascual Castillo

Curatorialmente, esta muestra nace como un diálogo a tres voces. Las voces de sus protagonistas: María Ortega y Cristina Ortega, y la voz de un comisario/curador invitado. Siendo así, como invitado, desde esa perspectiva externa, perimetral, la hemos visualizado metafóricamente como la construcción simbólica de un territorio a través del arte, una isla que flota a la deriva en el amplio océano. Como las “fatídicas islas de plástico” que invaden nuestros mares; pero esta vez, como ecosistémicas islas de memorias, telas e hilos, porque es el trabajo textil, su ancestral conocimiento en las manos femeninas y el peso de su legado, lo que las une, como dignas herederas de Las Hilanderas de Velázquez. Aunque, a ciencia cierta, este no es un homenaje a él, sino, es para ellas.

Cuando se habla del auge del Arte Textil de las últimas décadas saltan a la palestra cientos de nombres de artistas mujeres que han acudido a las milenarias tradiciones femeninas donde lo textil es el medio y el fin de su quehacer, para desarrollar un imaginario contemporáneo que a fin de cuentas es una nueva red simbólica de relaciones hilándose. Quizás como respuesta objetual a la representación académica patriarcal, siempre lejana, desde fuera que Velázquez instauró como canon, en su magnífica pintura Las Hilanderas. Todo hay que decirlo, la obra es magistral, y demostró una cercanía con la feminidad por parte del maestro sevillano que rebosa respeto y admiración, e incluso, amor.
De ese amor que el arte de hilar evoca, es de lo que va la obra de María Ortega y Cristina Ortega, si bien coinciden en sus apellidos y evidentemente en su condición de mujeres contemporáneas, ambas son dos ejemplos bien divergentes de cómo enfrentarse al acto de crear desde y mediante el lenguaje que le aporta lo textil como materia, como ejercicio artesanal, y como resultado donde el objeto arte se materializa firmemente en su blandura táctil, siempre hecha a mano.

María Ortega

Con una amplia obra que abarca instalaciones espaciales, objetos escultóricos, tapices, papeles bordados o sistemas de impresión múltiple sobre soportes textiles, la obra de la maestra María Ortega, en esta ocasión nos ofrece un acercamiento al paisaje desde una mirada sensorial, donde el sentido del color impone las reglas de una dinámica narrativa, en la cual lo líquido es el elemento que nos une. Quizás, porque es el elemento natural que como especie nos rodea, a nosotros y a todos los organismos y especies terrestres del planeta, una obra que reflexiona sobre cómo homenajear a la Diosa Madre Agua, Yemayá dirían los yorubas, o Kalunga la llamarían los kikongos (si pensamos en referencias africanas, ahora tan de moda estas “resignificaciones decoloniales”); de donde toda la vida planetaria, tuvo su origen.

Un guiño a Bauman, atravesado por el quehacer de unas manos dadoras de feminidad como entidad colectiva trasmisora de un legado transcultural y universalista. De hecho, mucho de mundo en su obra se respira. Algo del reduccionista y exquisito espíritu Zen, algo de la artesanalidad caucasiana post-soviet, algo revival anti-tecnológico, como de resistencia en el pespunte como oficio y herramienta vital. Como si María nos manchase volumétricamente, capa a capa de textura textil, sobre cómo lo que nos circunda marca una frontera.

Frontera que Cristina Ortega, re-cartografía hacia el interior creando una obra que dibuja y colorea -a base de aguja e hilo- una isla, un archipiélago, un paisaje insular decadente, destruido por la desidia y el abandono, El Invernadero: el sistema de explotación agrícola que se aplicó durante décadas en Canarias (su tierra natal), donde trabajaron sus bisabuelas, abuelas, madre y tías, hasta que los cultivos canarios fueron desatendidos por la política europea, la nacional, y como es lógico, la local. Mientras María, nos cosifica un mar bravío, abrazador, Cristina, despieza un plano del territorio como experiencia simbólica cual cartógrafa atestigua sobre un desastre natural de una tierra baldía y desolada.

Cristina Ortega

Mientras su maestra se enfrenta a la tela como materia voluble que le proporciona oleajes y marejadas de volúmenes infinitos, Cristina, aplana la tela como velo, como lámina que ilustra las transparencias borrosas de un recuerdo deshecho, como finísima cortina que el viento agita, como traslúcida inmaterialidad engañosa, como espejeante superficie sedosa que seduce nuestra mirada para acercarla a un micro-relato que de “la nada” habla. Claro, hablar del “vacío y la nada”, ficciona sobre la idea de que de “nada se está hablando”, pero sí se habla de algo. Se habla del proceso anterior a esa nada. Se lanzan punzantes preguntas -como las afiladas puntas de sus agujas- sobre cómo hemos llegado hasta aquí. A este punto de devastación y ruina. Y la ruina, a su vez, a María le fascina como huella táctil de una situación de incertidumbre, como registro histórico de un pasado, como metáfora de lo habitable; aún, cuando sea una “inhabitable casa rota”, hecha añicos, como endeble hogar de la fragilidad. Y ahí, en la fragilidad, ambas, tal vez más costureras que hilanderas, una (María), más pictórica y escultórica, la otra (Cristina), más dibujística e instalativa, determinan que nada es más sólido que esta atadura, este nudo, este testimonial vínculo sobre lo emocional. Un vínculo que el Arte logra exorcizar, sacar a fuera, hacerlo “cosa” que nos recuerda cuán diestras y deterministas y perfeccionista son capaces de ser, quienes por lo textil apuestan.

Aunque parezca una mota textil flotando en el basto mar; como si fuese una de esas nefastas “islas de plástico”, esta vez, simbólicamente ecosistémicas y por ende ecológicas, dejada a la deriva en su galería de confianza. Porque en la confianza en el Arte como experimento de sanación, ambas artistas, e incluso su galerista y a un servidor, también creemos. Y esa noción restauradora también nos une firmemente, tan fuertes y tan frágiles como un nudo que flota.

María Ortega y Cristina Ortega, Tan fuerte y tan frágil como un nudo que flota, Galería Arte A Ciegas, C/ Dos Hermanas 5, Madrid. Del 28 de marzo al 21 de mayo de 2025.

 

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