UNA HISTORIA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO EN ESPAÑA
Rocío de la Villa
La actualización de la historia del arte contemporáneo en España fue una necesidad detectada por Juan Antonio Ramírez, como recordó en la presentación del libro Patricia Mayayo, que decidió llevar esta vasta empresa junto a Jorge Luis Marzo. El proyecto partía frente a dos referentes, la última edición en 1991 de Arte del siglo XX en España de Valeriano Bozal y la serie de ensayos Desacuerdos, editada por Jesús Carrillo. Sus ejes: ideas, prácticas y políticas, quedan claras desde el título. La producción artística es enmarcada entre los debates críticos y las políticas artísticas. El resultado, en términos generales, responde a la voluntad de “puesta al día”, incorporando recientes aportaciones de jóvenes investigadores en adecuada polifonía, revitalizando debates manidos y proyectando sobre la historia preocupaciones y tendencias de nuestro presente.
En la introducción se explicitan otros objetivos, como “contrarrestar algunas de las omisiones y olvidos en los que se han incurrido en las historias del arte español contemporáneo”, entre los que se cuentan prestar “especial atención a las obras de mujeres artistas y los discursos feministas”. Omisiones muy notables en el caso de la versión de Bozal y solo parcial y polémicamente recogidas en lo que atañe a las últimas décadas en los volúmenes 2 y 7 de Desacuerdos. Pero que sin duda trenzaban uno de los hilos irrenunciables para Patricia Mayayo, a la sazón, autora de Historia del arte, historia de mujeres y comisaria junto a Juan Vicente Aliaga de Genealogías feministas en el arte español 1960-2010, la primera tentativa de reconstrucción.
Si bien la incorporación es correcta en cada uno de los siete capítulos que, cubriendo en torno a una década, son prologados por un repaso histórico sociológico de lo más relevante acaecido en nuestro país, claramente posicionado ideológicamente. Y también se encuentra una presencia constante de investigadoras, críticas, galeristas y gestoras a lo largo de esta historia «por fuerza disfuncional” del arte contemporáneo en nuestro país, como también apuntó en la presentación Estrella de Diego, directora de esta colección de “Manuales”. En cambio, la integración es desigual en los diferentes periodos: el más complicado, el que abarca hasta la década de los años sesenta bajo la dictadura franquista, cuando las mujeres perdieron todos sus derechos jurídicos y económicos. De manera que, al margen de referencias puntuales a las artistas en el exilio y en los encuentros internacionales, tenemos que esperar hasta las pp. 235-239 para abordar “la cuestión femenina” con que se recapitula esta penosa etapa en la que se destacan muy pocas artistas, a pesar de que de bastantes de ellas se hayan realizado ya pequeñas retrospectivas locales; entre otras, Julia Minguillón, Juana Francés, Amalia Avia y Esther Boix. Periodo, por tanto, duro y complejo aún a la espera de reconstrucción, pese a la meritoria aportación de Pilar Muñoz López.
Aunque todavía quede por investigar, es interesante comprobar cómo van cuajando los estudios sobre las artistas feministas a partir de los años sesenta, gracias a investigadoras como Noemi de Haro e Isabel Tejeda: Ana Peters, Isabel Oliver, Ángela García Codoñer, Esther Boix y Mari Chordà. Con lo que tendríamos ya un núcleo en torno a la tendencia del “pop político” que está reclamando una exposición monográfica de alto nivel para culminar estas investigaciones parciales, a las que hay que sumar las recientes exposiciones monográficas con sus respectivos estudios de Ana Peters en IVAM y Ángela García Codoñer en la galería Punto de Valencia.
Y es francamente interesante toda la relectura que se hace en este “manual” del feminismo en las artistas del conceptual, en Cataluña y en el núcleo madrileño: Silvia Gubern, Josefina Miralles, Alicia Fingerhut, Dorothée Selz, Olga L. Pijoan, Eugènia Balcells, Àngels Ribé y Eulàlia Grau. Pues si bien de algunas ya se han celebrado retrospectivas individuales, sin embargo, queda por visualizar con profundidad y en su conjunto esta tendencia. Lógicamente, como se hace aquí, junto a Esther Ferrer y Paz Muro, a las que habría que sumar, en su prolongación en los ochenta, a Concha Jerez y otras pioneras en nuevas tecnologías, como Paloma Navares y Marisa González, que es una de las artistas que recibe más atención en diversas etapas de su trayectoria.
Sin embargo, entre lo mucho que se discute aquí sobre tendencias abstractas y constructivas de los sesenta a los ochenta, quizás se echa en falta la genealogía de escultoras –me refiero, por ejemplo, a Elvira Alfageme, Emília Xargay, Teresa Eguíbar, Hortensia Ladevèze, y otras que trabajaron en tendencias posmodernistas como Miranda d’Amico y Machú Harras…–, que desemboca en el rotundo reconocimiento de Susana Solano a finales de la década de los ochenta, y que se prolonga con Cristina Iglesias, Ángeles Marco, Elisa Arimany, Begoña Goyenetxea y Marisa Fernández, entre otras. Esto hubiera merecido un tratamiento específico –como se hace en algunos capítulos, por medios, cuando se trata el cómic, la fotografía, el vídeo, etc.–; o bien, su plena integración en el discurso general, en el que de hecho se han integrado otras artistas y críticas tantas veces omitidas o ninguneadas.
Como era de esperar, el arte feminista y el arte de género desde la política institucional a comienzos de los ochenta y, sobre todo, desde la conjunción de producción artística y ginocrítica desde la década de los 90 es el periodo que se trata más extensamente (pp. 574-580 y 759-783), incluyendo las prácticas LGTB que alcanzan hasta nuestros días. ¿Temas, medios, tendencias o estrategias? El puzzle es tan amplio y, en realidad, todavía en fase de investigación que, en este caso, el peligro es cerrar interpretaciones. Sin duda, un gran proyecto curatorial aún pendiente de este periodo serviría para equilibrar y abrir perspectivas.
Otra de las virtudes de este volumen es que está profusamente ilustrado. Curiosamente, la primera imagen que encontramos de una artista (p. 49) es La ciudad de Andrómeda de la pintora mexicana Lilia Carrillo, a la que se suman otras 115 de obras realizadas por artistas mujeres en España, de un total de 648, incluyendo fotos documentales de época. Puesto que las imágenes en ocasiones son más elocuentes que las palabras, con seguridad esta historia del arte contemporáneo en España marcará tendencia en la futura historiografía artística en nuestro país, pese a su vocación de relativa provisionalidad y su pretensión de ser solo “una» historia, que evidencia tanto las influencias de la teoría crítica y de la historiografía estadounidense como las carencias actuales en nuestro país.
Jorge Luis Marzo y Patricia Mayayo, Arte en España (1939-2015). Ideas, prácticas, políticas, Cátedra, Madrid, 2015. 907 pp.