CATACLISMO

¿QUIÉN CREÓ EL CINE DE FICCIÓN?

Alice Guy
¿QUIÉN CREÓ EL CINE DE FICCIÓN?
Tania Fortea Ródenas

Alice Guy Blaché es un nombre que de unos años a esta parte está un poco más presente en los medios de comunicación y bibliografía especializada en cine o en recopilación de nombres de mujer borrados de la Historia en mayúsculas. Sin embargo, sigue sin tener la repercusión que tendría de haber llevado un nombre masculino, uno como Georges Méliès, por ejemplo.

Y es que Alice Guy fue la primera persona que encontró en el cinematógrafo de los hermanos Lumière un potencial enorme para contar historias de ficción. Su primera película, la primera película de ficción, se tituló El Hada de los Repollos en 1896. Dirigió más de 1.000 películas, fue pionera en utilizar recursos técnicos asociados con el sonido y el color y abordó temas como el feminismo en sus producciones.

Hay que prestar atención en que fue la primera persona, no la primera mujer. Las mujeres por consecuencia directa de crecer en una sociedad patriarcal que supone un desigual acceso de los recursos, no han tenido las mismas oportunidades que sus compañeros hombres para producir conocimiento. Con el liberalismo y la separación de las esferas pública/privada se las recluyó al espacio doméstico, que suponía un espacio tanto físico como simbólico, además de otros ejes de opresiones que se daban y se dan dependiendo de la experiencia propia de cada una. Las mujeres no contaban con su habitación propia que les proporcionara el espacio y el tiempo para ser creativas. Quedaron apartadas de los libros de Historia, formando parte de los apéndices en el mejor de los casos, con el pretexto de que no fueron ellas las que inventaron la imprenta, gobernaron estados o imperios, pintaron cuadros famosos o declararon guerras.

Sin embargo, el nombre de Alice Guy Blanché nos hace plantearnos una pregunta importante: ¿Por qué pese a que fue la primera persona en crear ficción ha sido apartada del pódium de los grandes nombres del nacimiento del cine? Virginia Woolf en Una habitación propia asegura que: «Las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble natural. […] Los espejos son imprescindibles para toda acción violenta o heroica. Por eso tanto Napoleón como Mussolini insisten tan marcadamente en la inferioridad de las mujeres, ya que si ellas no fueran inferiores, ellos cesarían de agrandarse. Así queda en parte explicado que a menudo las mujeres sean imprescindibles a los hombres» (Woolf, 1929:50).

Las mujeres son imprescindibles para los hombres porque a través de su reflejo los hombres pueden verse como esa imagen de tamaño doble natural. Las mujeres se han conformado como lo otro, lo femenino es básicamente lo contrario de lo masculino. Esta idea de alteridad ya la desarrolló Simone de Beavouir en El segundo Sexo.

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A partir de este principio vemos como las mujeres artistas continúan suponiendo una cifra irrisoria en la mayoría de museos y ferias artísticas, mientras que los desnudos son en su mayoría femeninos. Las famosas Guerrilla Girls denunciaron esa desproporción en el Metropolitan donde menos del 5% de artistas eran mujeres mientras que el 85% de los desnudos eran femeninos. Llegadas a este punto, John Berguer hace una distinción interesante entre desnudez y desnudos: «Estar desnudo es ser uno mismo. Ser un desnudo equivale a ser visto en estado de desnudez por otros y, sin embargo, no reconocerse a uno mismo. Para que un cuerpo desnudo se convierta en “un desnudo” es preciso que se lo vea como un objeto (y verlo como objeto estimula hacer uso de él como un objeto). La desnudez se revela a sí misma. El desnudo se exhibe» (Berger, 1972: 54).

Vemos cómo el hecho de que un porcentaje tan elevado de desnudos sea de mujeres no es casual. Si el desnudo implica verse como un objeto, esto hace visualmente real la relación jerárquica de los sexos y la construcción de los cuerpos de las mujeres a disposición y deleite de los hombres. En otras palabras, el arte es el dominio gráfico más expresivo del ejercicio de poder de los hombres sobre las mujeres.

Sin embargo, mujeres como Alice Guy suponen un desafío para ser el espejo en el que reflejarse con dimensión doble. Las mujeres que dejan de ser miradas para mirar suponen una amenaza para el orden patriarcal. Es quizá por ese motivo por el que su nombre ha desaparecido de los libros de Historia, de las conmemoraciones al Séptimo Arte y es quizá por ese motivo también por el que de unos años a esta parte se le está dando en determinados espacios el reconocimiento que merece, porque donde se ejerce poder hay resistencia.

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