PRÁCTICAS INTERMEDIALES EN EL ESPACIO EXPOSITIVO
Itziar Zorita Agirre
La práctica artística tiene la capacidad de hacer visible algunas realidades que a menudo se mantienen en la sombra, especialmente las relacionadas con las mujeres. Estos últimos meses hemos podido disfrutar de la exposición de Guerrilla Girls 1985-20131 en la Alhóndiga Bilbao en un intento de reivindicar la figura de las mujeres artistas a través de la crítica directa a la escasa presencia de estas dentro de las instituciones culturales. Paralelamente a esta exposición se ha presentado en Vitoria, en el Centro Cultural Montehermoso, la instalación Harimakila2, proyecto menos conocido que dirige su mirada al colectivo de trabajadoras del textil en Asia y las condiciones de precariedad laboral que sufren. Este proyecto ha sido creado por el colectivo interdisciplinar Mobiolak3 en colaboración con la ONGD Setem Hego Haizea4 con el fin de crear una herramienta de sensibilización y crítica al funcionamiento global de la industria de la moda.
Harimakila se plantea como una escenografía teatral que reconstruye una fábrica textil de más de 400 metros cuadrados a base de materiales reciclados (ropa, cartón, máquinas de coser, plásticos, palés o cajas de plástico, etc.). Este espacio laberíntico se divide en diversas habitaciones o escenas e invita al visitante a crear su propia vivencia, dándole a elegir el orden y el ritmo que desee dedicar a cada habitación durante el recorrido. En esos espacios el espectador percibe algunas de las condiciones que se denuncian desde la Campaña de Ropa Limpia5: la alienación vinculada al trabajo sin descanso, edificios en ruinas, procesos tóxicos (tintes y chorro de arena), hogares masificados, discriminación de género, ilegalidad sindical, etc. Con el propósito de generar una experiencia envolvente, las personas que entran dentro de la instalación, lo hacen provistas de un teléfono móvil y unos auriculares. Este dispositivo interactúa con la señal wifi activando la correspondiente banda sonora en relación al lugar o posición exacta en la que se encuentra el espectador dentro de la instalación. Todos los sonidos, que varían según la ubicación del visitante, han sido producidos en relación a las escenas que se representan en cada una de las habitaciones, de tal manera que la escenografía toma sentido y complejidad gracias a la interacción con la creación sonora. Allí donde vemos y tocamos un espacio lleno de ropa y máquinas de coser, se activa la atmósfera sonora que evoca los elementos visuales. En otra de las habitaciones, donde la escenografía invita a imaginar el hogar de las trabajadoras, escuchamos el sonido de una cazuela al fuego y la conversación de dos mujeres.
El tratamiento espacial del sonido por medio de una producción sonora binaural combinado simultáneamente con la escenografía visual de la instalación, estimula la integración del público dentro de cada situación que se representa. Consigue que cada visitante experimente desde la escucha, el tacto o la vista las precarias condiciones de trabajo que miles de mujeres viven en países como China, Camboya o Bangladesh. Se trata de un teatro sin actrices donde la única presencia escénica es la proporcionada por las personas que visitan la exposición. Este drama ideado desde una perspectiva intermedial donde interaccionan el lenguaje de las artes escénicas, el arte sonoro, los medios digitales y las artes visuales consigue transmitir la presencia de estas trabajadoras a través de su propia ausencia.
La intermedialidad producida por la inevitable mutación de las disciplinas artísticas sitúa en el punto de mira la experiencia estética del sujeto. La espectadora se convierte en “experimentadora” debido principalmente al fenómeno denominado giro performativo de las artes. Tal y como Victoria Pérez Royo6 expone, “el sentido de la obra no surge en la dialéctica hermenéutica entre significante y significado, sino en la creación de una vivencia para el espectador”. Cada sujeto crea su propio sentido según la experiencia que elige vivir. En el caso de Harimakila, para conseguir una vivencia más completa o intensa, exige de cierto esfuerzo por parte del público. No es suficiente introducirse dentro de la instalación para dejarse guiar por un ritmo marcado por la vista. Es el sonido que interactúa con la escenografía lo que favorece la experiencia inmersiva del sujeto. En un espacio laberíntico como el que se presenta en Harimakila, la responsabilidad de la espectadora se apoya en dos factores básicos: la elección del recorrido que elige hacer y el tiempo que dedica a la escucha sonora. La interacción con la obra no reside en la capacidad de modificar los diálogos y sonidos, más bien se trata de una comunicación dialógica entre los diversos medios (sonido, espacio plástico, vídeo) que percibe y su capacidad creativa de construir su propia experiencia dentro del entorno escénico que se le ofrece.
Este tipo de proyectos culturales que se apoyan en la generación de experiencias subjetivas plantean retos desde el rol de la mediación cultural. La espectadora pasa a ser inter-actora, experimentadora y esto puede generar cierta sensación de pérdida. Generalmente, en un espacio expositivo el público espera interactuar con la obra esencialmente desde su mirada, en el teatro desde su presencia durante el tiempo que dura la representación y en las obras digitales a través de la interacción con el dispositivo tecnológico. Cuando estos modos de actuación se descomponen, se contaminan, la hasta ahora espectadora puede atravesar por un estado de confusión. Esta desorientación es interesante si se transforma en un actitud activa, suscitando la curiosidad, frente a lo inesperado. Pero si no se diseñan correctamente las pautas, si no se facilita el terreno desde un trabajo de mediación artística, el cambio de ser “espectador” a “experimentador”, el proceso dialógico, se desvanece y la obra deja de tener sentido. En Harimakila, ha habido personas que han sabido tomar su tiempo, que han disfrutado del viaje sonoro, visual e interactivo. Otras en cambio, especialmente las personas de mayor edad, han sido sucumbidas por el fenómeno intermedial y no han podido asumir la interacción con los teléfonos ni la idea de viaje sonoro dentro de un espacio expositivo.
¿Cómo se diseña una mediación cultural dirigida a la práctica intermedial? ¿Cómo se planifica la mediación sin romper con la capacidad intuitiva del espectador ¿Cómo funciona la percepción del sujeto frente a la obra intermedial? ¿Cómo deben adaptarse las instituciones culturales?
Notas:
1 http://www.alhondigabilbao.com/
4 http://www.setem.org/site/es/euskadi/
6 Victoria Pérez Royo, “El giro performativo de la imagen”, en SIGNA 19. Revista de la Asociación Española de Semiótica, UNED, 2010, pp. 143-158.