ARTE, CONOCIMIENTO Y SANGRE MENSTRUAL
Miriam Garlo
Doctora en en Bellas Artes UCM
“La sangre menstrual está constituida por dos sustancias especialmente maravillosas: sangre y endometrio. La sangre es nuestro líquido más preciado y el endometrio es la piel interna del útero, encargada de recibir y nutrir al futuro ser. ¿Cómo es posible que estas dos sustancias, fuentes de vida, puedan producir asco o aversión? Si fuésemos más sabios y más justos dedicaríamos las más anchas avenidas y los más encendidos poemas a glosar esta magnífica mezcla que produjo las condiciones necesarias para que germinásemos en el interior del seno de nuestra madre”[1].
Introducción
Es bien sabido que existe entre el arte y la sangre un íntimo vínculo que proviene de tiempos ancestrales. En la actualidad, por medio de determinados avances tecnológicos, numerosas teóricas/os confirman que las primeras pinturas rupestres –surgidas de la necesidad humana de generar y compartir conocimiento– fueron desarrolladas específicamente a partir del pigmento natural más espontáneo y agradecido de producir: la sangre menstrual. Con ella, nuestros ancestros representaron la vegetación autóctona de sus alrededores, los animales con los que convivían, rituales que desarrollaban, situaciones que les preocupaban, etc.; por lo tanto la menstruación era factor principal para mantener viva la relación entre el arte y el conocimiento. Sin embargo, algunos siglos de dominación patriarcal han provocado que dicho vínculo simbólico haya ido perdido su carácter sagrado y funcional.
En un intento por rescatarlo, este ensayo visibiliza obras y artistas que lo materializan a través de diversas disciplinas; y todas ellas sitúan a la sangre menstrual, ya sea formal o discursivamente, como centro neurálgico de las propuestas artísticas. Asimismo, se considera que las artistas protagonistas son, de forma simultánea, conscientes de la importancia de revalorizar el vínculo mencionado, así como resultado de la propia naturaleza que insta a recuperarlo. El arte, el conocimiento, la menstruación y el mundo en que convivimos forman parte de una red que poco a poco se ha ido destrenzando; por ello, en la actualidad, marcada por la desconexión y pérdida de valores y funciones humanas, es de vital importancia volver a hilvanar los conceptos y generar un cambio de paradigmas que suponga un viraje en el rumbo del planeta.
Desde el ámbito artístico son ya muchas las artistas que están reflexionando en torno a esta cuestión, lo que indica que, afortunadamente, cada vez más mujeres menstruantes[2] se atreven a compartir su sabiduría. Los discursos emitidos y el alto carácter afín y sincrónico entre mensajes procedentes de diferentes lugares y comunidades del planeta señalizan, en su mayoría, una dirección cognitiva y existencial similar.
Notas sobre la menstruación consciente
La menstruación es la única sangre producida de forma loable, puesto que, en realidad, se trata de un óvulo con capacidad para producir la vida pero que no ha sido fertilizado. Consiste entonces en una ofrenda, ya que los cuerpos de las mujeres menstruantes devuelven a la propia naturaleza el potencial dotado para generar la vida de manera natural. La maravillosa interrelación a la que me refiero, se demuestra cuando al verter sangre menstrual sobre una planta frutícola, podemos observar cómo el aspecto y estado de esta mejora, así como la apariencia y sabor del fruto con el que nos honra. En los laboratorios también se ha comprobado que, en base a los índices y valores de carencias y excesos que se encuentran en una sangre menstrual, la planta frutícola que la recibe pasa a acrecentar nutritivamente las cualidades de su fruto. De manera que el cuerpo femenino menstruante que donó su sangre y la planta frutícola que la recibió, conforman un vínculo o ciclo donde ambas cooperan, ayudándose mutuamente, para la mejora y supervivencia de ambas especies[3].
En sí, la sangre menstrual es el resultado de una energía fascinante que implica la vida y la muerte, como fuerzas complementarias y antagónicas necesarias, para producir el equilibrio de todos los ciclos, por lo que inevitablemente deben cooperar, asociándose, la energía destructora y la renovadora. Así pues, esfuerzo, agitación, reposo, sacrificio, lucidez, serenidad, abstracción, templanza, etc. serán imprescindibles en este intento por rescatar lo saludable y que, al mismo tiempo, conlleva la reconciliación con lo natural. En esta danza de energías, interiormente, se está procediendo a la sustitución de paradigmas y estructuras antiguas por las que ahora hacen falta: las nuevas. Conviene matizar que el cuerpo femenino menstruante disfruta, a través de su ciclo, de la conexión esencial a la que me refiero, porque está interconectado de manera muy directa a la Tierra, la Luna y el flujo oscilante de las mareas. Pero en mayor o menor medida todos los cuerpos humanos lo están o deberían estarlo; siempre que no hayan olvidado, de manera drástica, el origen de la vida.
Cuando la sangre menstrual aparece indica un punto, una parte del proceso cíclico que cada cuerpo menstruante experimenta de forma diferente; pero donde en todos ellos se asiste al desprendimiento de sedimentos y depósitos que se alojaban en las paredes uterinas. Estos, a modo de colchón mullido, se construyeron previamente para alojar una nueva vida en el supuesto de que el óvulo fuese fecundado. Así, el cuerpo femenino menstruante se recicla renovándose cada mes, de modo que las asociaciones entre esto y la muda de piel de cualquier ser vivo, fruto o estación responden a lo mismo: la necesidad del cambio, inherente a la supervivencia. En ese instante se da cabida a lo nuevo, despidiendo lo antiguo antes de que pueda consolidarse; para evitar que se establezca un sistema perenne, monolítico e inmanente que produciría un funcionamiento pobre, acomodaticio y de escasa fortaleza.
Por ello, en el interior del cuerpo las hormonas alcanzan la temperatura necesaria para perecer y regresar de nuevo a la existencia; y el cuerpo menstruante, de ser consciente, se permitirá el aislamiento encerrándose en sí mismo para concentrarse y dar posibilidad a acoger el cambio que está por llegar; esta mutación le proporcionará otra perspectiva y función de su propio instinto.
Así, los cuerpos femeninos menstruantes actúan como canales naturales por los que migra un determinado material simbólico al tiempo que producen sangre menstrual, y conectan la información del ámbito terrestre y el planetario. Sin embargo, el disfrute del ciclo femenino menstruante solo puede ser llevado a cabo a partir de la autoconexión, reflexión introspectiva, interpretación de las intuiciones personales, y un entorno equitativo y adecuado.
Uno de los factores que más preocupa a las mujeres menstruantes es, precisamente, el dolor. Este aspecto se desarrollará con mayor profundidad en el apartado siguiente; pero, a grandes rasgos, involucra al miedo, desprecio, rechazo, bloqueo y la no aceptación de la muerte como proceso necesario para que resurja la vida. Dicho con otras palabras, el rechazo y bloqueo del dolor menstrual implica, asimismo, la impugnación a transitar la muerte y fluir en ella, bajo el pretexto de que es un estado doloroso; pero solo así respetamos el ciclo y sentimos la fuerza creadora y conservadora de la naturaleza. Por ende, este complejo trabajo introspectivo también conlleva el desactivar psíquicamente el miedo al dolor, prescindiendo de medicamentos, y evadir la pretensión de vivir la menstruación únicamente como proceso placentero; puesto que de ser así se eclipsarían los múltiples sentires y percepciones que van surgiendo durante el proceso. Del mismo modo, en algún momento del ciclo, uno de los estados comunes en los cuerpos femeninos que menstrúan es la tristeza o nostalgia. Este estado –que al igual que el dolor ha sido estigmatizado para cooperar en la desacralización del ciclo femenino por parte del pensamiento patriarcal– es absolutamente imprescindible, ya que es la única emoción fría que experimentamos. Además, la tristeza necesita de la inteligencia para sobrevivir, puesto que nos avisa de una pérdida; a través de ella se nos anticipa el esfuerzo y carácter de la destreza que debemos adoptar para equilibrarnos física, psíquica o espiritualmente, por medio de nuevos caminos o soluciones. Por tanto, una facultad innata como la tristeza será básica para permitirnos mejorar porque nos ayuda a intuir y preguntarnos qué debemos hacer realmente, estudiando la situación mediante diferentes vías de reflexión interna como la elección, observación, estructuración, actualización y disociación de vivencias y experiencias que nos permiten encontrar o inventar, de manera consciente, opciones ante cualquier pérdida. Bautizar a ese estado imprescindible como suele hacerse, como síndrome SPM o síndrome premenstrual, solo denota la perspectiva ignorante y arrogante que tenemos de nuestra propia especie.
En definitiva, la clave de la menstruación se basa en la aceptación, el cuidado y cariño hacia una misma que, en ocasiones conlleva un alto grado de autocrítica y responsabilidad. Si se admite la muerte, el dolor y el desprendimiento, también se permite la superación, el avance, la vida y el crecimiento. Además, atravesar el dolor desde la valentía supone que una vez que salgamos de él, lo podemos revisar valorando lo que nos ha enseñado y el cambio que hemos sufrido. Solo así podemos ser conscientes de la fortaleza y potencialidad interna de la que estamos dotadas y las múltiples funciones y percepciones que podemos desplegar.
La menstruación como tabú en las sociedades actuales
En las sociedades patriarcales la menstruación es considerada símbolo de contaminación, porque con el tiempo, y a base de determinadas lógicas de pensamiento respaldadas por la religión, la filosofía o la ciencia –todas de perspectiva androcrática–, se ha vertido sobre la sangre menstrual infinidad de erróneos argumentos y paradigmas. Sin embargo, tales razonamientos han terminado por ser socialmente asimilados sin tener en cuenta que provienen de cuestiones meramente culturales. De este modo se ha estigmatizado tanto a la menstruación como a los cuerpos femeninos menstruantes, hasta el punto de considerar a ambos como impuros. Asimismo, cuestiones como que esta sangre brote sin estar relacionada con una herida y que, además, no provoque la muerte de la persona, son algunas de las causas que desde antaño han transcendido hasta nuestros días, colaborando en concebir al ciclo femenino menstruante como un magnánimo tabú social. Sin embargo el miedo, asco y los muchos prejuicios vertidos sobre la menstruación indican y dan fe de los procesos complejos y de extrema profundidad de la vida, al mismo tiempo que desvelan que, en realidad, es imposible controlar desde la dominación u opresión, la vida y los ciclos de la Tierra.
Entre otras cuestiones, algunos textos bíblicos argumentan en sus páginas que la mujer menstruante debe estar hasta trece días aislada, bajo el precepto de ser un peligro para la comunidad; lo que contrasta con las creencias de comunidades ancestrales donde las mujeres menstruantes se aislaban de manera voluntaria respaldadas por el apoyo de la comunidad. Durante estos aislamientos desarrollaban meditaciones individuales y colectivas, y reflexionaban compartiendo los conocimientos e intuiciones que experimentaban. Tras el sangrado, la comunidad acogía de nuevo a las mujeres, con honor y respeto, puesto que de ellas y sus revelaciones, entre otras cosas, dependería el futuro de la tribu[4]. Sin embargo las diferencias en cuanto a las razones de estos aislamientos y el trato que se viene dando a los cuerpos menstruantes en la actualidad, provoca la tergiversación de los valores y significados de la sangre menstrual en sí misma, así como del ciclo y potencialidades femeninas. Al mismo tiempo la organización social adoptada en las últimas décadas, la familia nuclear de cuatro miembros compuesta por madre, padre y dos criaturas, no solo no facilita sino que fomenta la vigencia del tabú social al que nos referimos.
Retomar el concepto de tribus o clanes como colectivos que amalgaman relaciones consanguíneas y relaciones elegidas, integradas por individuos de notable diversidad, origina que quienes están menstruando puedan compartir sus experiencias y exploraciones, mientras reflexionan subjetiva y comunitariamente sobre los conocimientos que van transitando. Así también, estas estructuras sociales permiten revisar el modelo de maternidad y crianza, que la sociedad androcéntrica ha conferido desde una perspectiva individualista.
Volviendo a los textos bíblicos, algunas religiones indican que el origen de la impureza femenina proviene de la matriz, porque se considera a esta como desagüe o cloaca por donde desfilan, acumulándose, los despojos y residuos abyectos del cuerpo femenino menstruante. De este modo, la sangre menstrual, acorde a estos parámetros, de nuevo, no puede ser otra cosa más que infecta pero, además, es importante matizar que las sociedades de perspectiva androcrática tienden a establecer un invisible vínculo específico entre el cuerpo abyecto y el cuerpo femenino. A diferencia de estas concepciones en las sociedades ancestrales, que veneraban la sangre menstrual, además de por las razones ya mencionadas, porque les permitía llevar un control sobre el paso del tiempo y la vida por medio de la calendarización. Un tiempo y ritmo cíclicos, pero siempre diferentes y, por tanto, únicos, que a su vez les facilitaba información sobre los astros, estrellas, etc. Estas comunidades embalsamaban la sangre menstrual en recipientes naturales donde la dejaban secar, y en caso de herida o fractura de alguna/o miembro de la comunidad, la rociaban con agua o savia, y esta recuperaba sus elevadísimas propiedades curativas, cooperando en la sanación de la/el convaleciente[5].
Desde algunas religiones se plantea una imagen demoníaca de la sangre menstrual por medio de imágenes del cuerpo femenino como ser anómalo e imperfecto; y, al mismo tiempo, se vierte una interminable lista de supersticiones que, sobre todo en ámbitos tradicionales y conservadores, aún se mantienen con total legitimidad. Por ello se sigue mal creyendo que una mujer que menstrúa corre el riesgo de cortar el ajo o la mayonesa, esterilizar las cosechas, provocar desastres meteorológicos, inducir al aborto a una hembra embarazada e, incluso, provocar la muerte en caso de mantener relaciones sexuales durante la menstruación. Estas y otras creencias han sido desde hace siglos, escritas y transcritas una y otra vez por estudiosos y teólogos de la historia occidental, que como en el caso de Maléfico Malefficarium[6] que llegó a venderse como best-seller de la época, han configurado un imaginario colectivo al respecto de la sangre menstrual, los cuerpos femeninos menstruantes, las brujas, la sexualidad femenina, etc. falso; pero con la consistencia necesaria como para que sus creencias pervivan hasta nuestros días.
Este tipo de violencia y miedo ha sido eficaz para relegar con total impunidad a los cuerpos femeninos a un lugar subalterno y precario. Y demuestra la aprensión inconsciente que las sociedades androcráticas sienten al respecto de que las mujeres menstruantes se conecten consigo mismas y valoren su interconexión, lo imprescindibles que son, el cuidado del que son capaces, etc. O lo que es lo mismo, que estas manejen su ciclo para fines comunitarios y personales diferentes a los actuales, ya que quizás se sustituirían los cuidados por las guerras, las relaciones afectivas por el dinero, la creación por la destrucción, el disfrute por la competitividad, etc. Por lo tanto, en apariencia, representa un peligro que las mujeres menstruantes mantengan sintonía entre sus ciclos y los ciclos cósmicos, perciban el poder de su cuerpo y sexualidad, sus capacidades intelectuales y creadoras, y transiten la intuición femenina.
Otro aspecto de gran calado, que sirve para rechazar la naturaleza de las mujeres menstruantes y deslegitimarlas mediante un proceso de demonización de su sexualidad y fecundidad, es precisamente el uso que las sociedades androcráticas establecen sobre el dolor. Este concepto cultural plantea dos cuestiones de enorme envergadura; por un lado las sociedades androcráticas estructuran, en base a su lógica de pensamiento, que existen ciertos aspectos del dolor, del cuerpo, de la muerte, del sufrimiento, etc. que se deben reprimir, frente a otros que, por contra, se ensalzan. Y por otro, siempre se elogian valores, significados, conceptos, ámbitos, etc. que se ajusten a la masculinidad del discurso hegemónico normativo, en detrimento de todo aquello que se adapte o esté relacionado con lo femenino.
En definitiva, es conveniente revisar que el sistema capitalista y patriarcal en el que convivimos, determina espacios concretos que catalogan el tipo y contexto del dolor, donde se veneran u oprimen los dolores en base a unas tipologías que los clasifica en espectaculares o, por el contrario, vacíos de espectáculo. Esta jerarquización de los tipos y contextos del dolor se sintetiza en dos campos concretos: el que se espectaculariza es aquel que ensalza la destrucción y el que se concibe como vacío de espectáculo está relacionado con la creación; algunos ejemplos nos ayudan a comprender lo expuesto. No se admira la fuerza que conlleva un parto pero sí –y además teatralizándola de manera grotesca– la que se produce en un ring de lucha; se pone en tela de juicio el derecho al aborto de las mujeres, pero al mismo tiempo se consiente y venera la caza y a los cazadores; se hacen reiterativas películas donde el héroe acaba con todo lo que tiene vida, concibiéndolo como acción y espectáculo, pero no se facilita la difusión de películas con contenidos reflexivos sobre ámbitos o situaciones de gran complejidad, sitios singulares, dinámicas tolerantes, la construcción de nuevas identidades con necesidades particulares, etc.
Los valores y conceptos manejados en esta lógica de pensamiento, que ningunea lo inclusivo y lo femenino para supeditarlo a lo masculino, han calado en profundidad durante muchas generaciones mediante la coacción, estructurando nuestros imaginarios colectivos y familiares hasta el punto de formar parte de nuestra subjetividad, sin que haya sido imprescindible el consentimiento consciente o voluntario por nuestra parte.
Artistas femeninas, obras y sangre menstrual
A continuación se revisan obras de seis artistas femeninas de muy diferentes orígenes y paradigmas culturales que, sin embargo, coinciden en la restauración del vínculo ancestral sangre menstrual-conocimiento; lo que origina una rica diversidad de perspectivas al respecto. Por su parte, todas ellas comparten el denominador común de estructurar un pensamiento de notables aspectos revolucionarios a través del lenguaje artístico.
Vanessa Tiegs: Menstrala (2003)
En 2003, Vanessa Tiegs daba por terminado un proceso creativo que duraba 3 años y le había permitido la producción de Menstrala; proyecto donde la artista de origen neoyorkino, tomaba como principal objetivo “crear una imagen positiva de la menstruación”[7]. Integrado por obras de las que no se vende ninguna pieza original sino copias en litografía, Menstrala consiste en 88 pinturas ilustrativas de un alto carácter misterioso y fascinante; resultado de una combinación de conocimientos que abarcan arqueología del neolítico, astrología, mitología, psicología arquetípica femenina de Jung, intuiciones y significados ocultos de los sueños de la propia artista. Así, a modo de diario visual, las pinturas de Vanessa Tiegs aluden, poniendo de manifiesto al mismo tiempo, el periodo cíclico de renovación del cuerpo femenino menstruante. Para ello, la artista pinta a partir de un único pigmento que ella misma produce y posteriormente aglutina, sangre menstrual y médium, un barniz abrillantador que provoca la impermeabilización de la sangre deteniendo su proceso natural. De este modo, se asegura que las pinturas siempre conserven el color rojo intenso propio de la menstruación.
Galaxy crossing[8] / Seeing through other eyes[9] / Ecstatuc Flight[10]
Las palabras de la propia artista nos ayudan a contextualizar su obra:
“Es bien sabido que las mujeres hemos utilizado nuestra sangre menstrual para muchos propósitos, y uno de ellos es el arte. […] Pero cuando este tipo de creaciones, trasciende el ámbito de la intimidad y es compartido en una exposición pública, la estructura patriarcal –que se ha empeñado en convencernos de que la menstruación es avergonzante–, tiembla hasta el tuétano, e intentando poner orden, desde sus anquilosadas maneras, lanza una perorata de descalificaciones en contra de la que osó salirse de lo permitido, de lo decente, de lo pulcro, de lo admisible…”[11].
Llamando Menstrala al proyecto, la artista incita a que esta palabra sirva para bautizar un nuevo concepto de perspectiva femenina y feminista. Menstrala sugiere lo universal e imprescindible que es para la vida “el ciclo rojo brillante de la renovación”[12], como lo llama la propia Vanessa Tiegs. De este modo, interpela a las culturas androcráticas que reniegan y soterran la menstruación por considerarla irrelevante u obscena. Y reflexiona:
“De vez en cuando, se me acusa de hacer arte ofensivo, arte de choque. Sin embargo, mi intención en la creación y publicación de mi revista menstrual, no es ofender a las personas o disgustarlas con obras de arte hechas de sangre, sino de presentar las imágenes acerca de la menstruación en una forma reflexiva. Imágenes positivas de la mujer y la sangre de la menstruación no son tan fáciles de encontrar como las imágenes de la sangre derramada de la violencia”[13].
Muy al contrario de la sangre varonil y heroica que las sociedades androcráticas festejan, Vanessa Tiegs plantea el registro de un ciclo de evolución y aprendizaje que demuestra la capacidad pacífica, creativa y creadora de las mujeres menstruantes. Y en una entrevista, la propia artista puntualizaba: “cada ciclo de renovación es un ciclo único y específico, por ello cada pintura, representa y simboliza una situación, emoción e intuición concreta. Esto es debido a que se experimentan diferentes percepciones dependiendo de la alineación lunar y planetaria, de modo que ese momento del ciclo lunar y menstrual, ya nunca volverá a repetirse”[14].
La artista pone en jaque directo los paradigmas culturales de sociedades androcráticas que homenajean la sangre de batalla; la que simboliza el poder supremo reservado al hombre de virilidad hegemónicamente normativa. En este caso el hombre precisamente se convierte en héroe al conseguir la sangre por medio de la batalla, la guerra, la destrucción y la atrocidad. Sin embargo, Menstrala plantea todo lo contrario, ya que no se considera heroínas a las mujeres menstruantes cuando producen sangre menstrual sin existir herida y, por tanto, sin miedo a desangrarse. Y, además, la sangre que producen no es pérdida sino una creación que ofrendan a la naturaleza, a quien, en mayor o menor medida, todas están unidas.
En la actualidad, Vanessa Tiegs trabaja por la redirección del sentimiento premenstrual en los cuerpos femeninos menstruantes, en base a tratamientos holísticos que abarcan desde la alimentación hasta dinámicas de meditación y reflexión del concepto cultural aprehendido como dolor, sufrimiento, sacrificio, etc.
Finalizando el análisis de Menstrala cabe matizar que la artista, mediante su técnica pictórica y conceptual, está propiciando también que el público reabra el debate y reestructuración de lo que se considera arte o no; al mismo tiempo que implica las razones por las que su obra pudiera ser denostada. O lo que es lo mismo, si la crítica, el público y las instituciones abordan Menstrala, se confrontarán a ella con todos los valores y cambios de perspectivas que supone e implica, pero de ser rechazada, una vez más, los rígidos y empobrecedores parámetros que las sociedades androcráticas establecen acerca del arte, el conocimiento y la sangre menstrual continuarán disfrutando de sospechosa vigencia. Afortunadamente, algunas de las opiniones que podemos encontrar dejan claro la importancia del vínculo que la artista de modo implícito está formulando y recalcando, el de sangre menstrual y conocimiento por medio del poder creativo y creador. Así, una espectadora matiza: “la idea de la pintura con un medio tan personal, simbólico me inspira y me hace reconsiderar mi propia relación con mi sangre. Creo que su obra de arte lleva un mensaje muy positivo para la feminidad en sus alas”, y otra reflexiona: “dan placer, provocan el pensamiento y son una fiesta para los ojos”[15].
Far from the tonic[16] / Timandra y Bulis
Cecilia Vicuña: Quipu menstrual. La sangre de los glaciares (2006)
La artista chilena que vive y trabaja en New York desde 1980, realizaba en 2006 la obra Quipu menstrual. La sangre de los glaciares. Este proyecto, complejo y controvertido a partes iguales, aborda el activismo político explícitamente, planteando así una nueva perspectiva respecto al vínculo arte, conocimiento y sangre menstrual muy diferente a la desarrollada por Vanessa Tiegs. Cecilia Vicuña es poeta, performancera, escultora, etc. y toma como punto de partida un concepto originario de las sociedades indígenas chilenas, el quipu. La palabra quipu proviene del quechua y significa nudo pero, de forma más específica, se trata de un sistema de comunicación a base de diversos nudos hechos en ramales de diferentes colores. Este método permite a la población informarse, a modo de pizarra, del registro de cálculos o anotaciones que les facilitan el orden cotidiano de la cotidianidad, así como anotar poemas, cuentos, acuerdos, noticias, etc.
Quipu menstrual. La sangre de los glaciares
Cecilia Vicuña en Quipu menstrual. La sangre de los glaciares reproduce este sistema de escritura mediante telas rojas, y lo traslada a diferentes espacios, originando el impacto que conlleva la extrapolación de lo íntimo, la sangre menstrual, a un espacio comunitario. Además, para este proyecto la artista realizó una serie de acciones que son imprescindibles de revisar cronológicamente para abordar, con mayor profundidad, la propuesta:
– En junio de 2005 Cecilia Vicuña recibe una invitación para participar en una muestra de arte realizado por mujeres, que se desarrollaría en el Centro Cultural del Palacio de La Moneda, la casa del gobierno de Chile.
– El 15 de enero de 2006 se desarrollan las elecciones electorales de Chile, a lo que la artista responde efectuando su voto directamente, que será el Quipu menstrual. La sangre de los glaciares, en la cordillera que se localiza enfrente del glaciar Nevado del Plomo.
– El 20 de mayo de 2006 la artista escribía una carta, que envió a la presidenta del gobierno chileno, Michelle Bachelet, donde reflexionaba:
Querida Michelle:
Yo no pude votar por ti. Desde la destrucción del antiguo Registro Electoral en Santiago, no he podido volver a inscribirme. Por eso voto de otro modo.
El día de la elección subí a la cordillera e hice un gran Quipu Menstrual a 2000 metros de altura, en un cerro frente al Plomo. Un quipu dedicado a ti, a tu triunfo, para que tú y las mujeres recordáramos la conexión entre la sangre y el agua. Soñé que tú serías la conciencia de esa relación.
Bajé del cerro y vi el primer camión lleno de banderas, con gente gritando “Michelle!!!!”, supe que habías ganado, y el quipu en el cerro también lo supo. Prendí la televisión, y ahí estabas tú, frente a todos, diciendo que tu gobierno iba a ser el gobierno del “escuchar”. Mi sangre te oyó, y la sangre de todos te oyó. La tierra y los glaciares también te oyeron. Quería agradecerte ese instante en el que todos juntos tocamos el corazón de la tierra porque tú lo estabas haciendo al hablar desde el amor.
Ahora estoy leyendo la historia de Pascua-Lama y los acuerdos que Chile firmó antes de ti, autorizando la destrucción de los glaciares y comprendo con la sangre que al poner mi voto en la cordillera y no en las urnas yo estaba soñando revertir el orden del mundo. Soñando que tu nuevo gobierno y tu comisión del medio ambiente defenderían el agua y el bienestar de la gente y no a las compañías mineras. ¿Quién puede creer que una compañía minera extranjera cuidará nuestra agua?
Un antiguo mito altoandino dice que mientras los camélidos [17] estén pastando en los manantiales al borde de los glaciares habrá riqueza y fecundidad, bienestar para toda la comunidad. Ellos son los guardianes del ciclo del agua en su viaje de la nube al mar. El agua es el oro del siglo XXI.
La vida es el agua, y el agua es la memoria. Por el agua vivieron y murieron nuestros ancestros. Por el agua vivirán los que vienen. Pero si el cianuro permea los valles, el aire y el agua, esa será la memoria que perdurará.
Durante siglos cada mujer que se ha atrevido a oír y hablar desde el amor ha sido perseguida. Durante siglos hemos callado frente al abuso para sobrevivir, y sin embargo tú estás ahí! ¿Quién oirá si no el dolor de los que perderán la tierra y el agua? Michelle, escucha tu corazón, para eso fuiste elegida, para que tu voz oyera a la gente de la tierra. A los presos y ofendidos, a los que sufrieron como tú.
La vida de cada uno de esos pastores y campesinos, la herencia cultural y el bienestar de esos valles, la vida y el agua, son más preciosos que los billones de dólares que Barrick Gold promete pagarle a Chile por extraer el oro y destruir los glaciares. Esa noche del 15 de enero lo sabías, y todos lo sabíamos contigo, otra posibilidad, otra matriz estaba naciendo. La voz del oír. La tierra y todos nosotros te estamos oyendo. Estamos contigo en el oír.
¡Michelle, extiende tu voz hasta los glaciares!
Tú tienes la posibilidad de volver a conectar la sangre y el agua. Una oportunidad única en la historia de Chile: liberarnos para siempre de la vergüenza colonial! [18].
– El 17 de noviembre de 2006, Cecilia Vicuña realiza una performance frente al Centro Cultural del Palacio de La Moneda donde recita el siguiente poema: “El ruego es el riego, el agua es el oro, Michelle, no vendas los glaciares, nuestro patrimonio”[19]. Durante la inauguración de la exposición la artista reparte 20.000 copias del poema junto con un lazo rojo similar al que manejaba durante la performance. La acción comunitaria llevada a cabo por un grupo de personas, donde era de vital importancia el alto índice de presencia femenina, consistió en trasladar una extensa tela roja que sugería de nuevo un quipu. Además, haciendo uso de las fuentes de agua que adornan el Palacio de La Moneda, las/los participantes sumergieron el paño rojo en el agua.
La propia artista inmersa en la situación político-económica en la que se encontraba Chile cuando realizó la obra, reflexionaba esclareciendo más matices al respecto: “La mayor parte de los chilenos, no saben de la existencia del Niño del Plomo, ni menos que fue encontrado con un fragmento de hebra roja, o que esa hebra quizás representa la unión. Los incas se concebían a sí mismos, y a la totalidad de su cultura como un gran quipu, visto desde abajo, o desde arriba, irradiando una visión del mundo, en las cuatro direcciones, desde el Cuzco y hasta el Maule, por el sur de Chile”[20].
El planteamiento discursivo de la artista conlleva numerosos matices que demuestran la riqueza y profundidades de la obra; sin embargo, de manera sintetizada, cabe resaltar algunas cuestiones al respecto de la perspectiva creativa y activista de Cecilia Vicuña.
En primer lugar, la artista no puede votar en las urnas por cuestiones burocráticas pero ejerce su derecho al voto por medio de una propuesta artística; por tanto, está concibiendo al arte como herramienta de transformación de la realidad y apela a recursos creativos que accionan una dimensión simbólica, poética y abstracta de la misma. La obra incorpora tres disciplinas artísticas diferentes: land art, performance, y poesía y literatura. En segundo lugar, el elemento protagonista o punctum[21] de la obra es el lazo rojo que simboliza la sangre; por medio de esta la artista traza un vínculo asociativo entre menstruación, vida, agua, creación, etc. Además, este vínculo, como hilo conductor, está estrechamente unido al conocimiento en tanto que la artista alude al mismo desde tres planos diferentes: a gran escala en la cordillera que se localiza enfrente del glaciar Nevado del Plomo; en detalle o miniatura anudando el poema que la artista ofrenda al público; simbólica, mítica y espiritualmente en tanto que habiendo realizado una investigación previa, comparte, sobre todo a la población chilena, que se descubrió en el glacial Niño de Plomo una hebra roja proveniente de la cultura inca, y explica las concepciones, intereses y sabiduría de esta comunidad indígena. Por último, Cecilia Vicuña insta a Michelle Bachellet hacia un viraje político y cultural; y para ello se dirige a la presidenta desde un plano de humildad y empoderamiento, propio de una persona corriente que explica a una representante sus necesidades e intereses. De esta manera acorta la distancia entre las percepciones de una y otra y horizontaliza la relación y el estado de las mismas. También se advierten en sus palabras la esperanza y confianza en el hacer y proceder femenino; la artista se expresa hacia la presidenta desde el sentimiento y la pertenencia a una misma clase, la de las mujeres. Lo que posibilita una relación de sororidad[22] y apoyo mutuo, y concibe a Michelle Bachellet y su poder de autoridad no como un derecho para dominar e imponer a la población situaciones injustas y ajenas a sus necesidades, sino que ejerza su autoridad desde la responsabilidad, empatía y solidaridad.
En definitiva, las palabras de Cecilia Vicuña son un canto a la confianza en la creación, en el amor y en el amar a la vida, que tienen por base valores de cuidado hacia la tierra, el ser humano, la naturaleza y sus ecosistemas, y todas las formas de vida; dejando al margen todo tipo de intereses capitalistas y empresariales. Así. la artista llama a la presidenta, con fe y alentando a la intuición femenina, para revertir el orden del mundo y proponer el viraje de su historia cultural. Y esto lo hace a través de dos consejos: que escuche su corazón y que recuerde que el agua, que en su obra representa mediante la sangre menstrual, es el verdadero oro, no el capital.
Emma Arvida Bystrom: There Will Be Blood (2012)
Emma Arvida Bystrom nace en Estocolmo en 1991, pero vive y trabaja en Londres; además de modelo eventual, la joven artista aborda los ámbitos del diseño gráfico, la fotografía, el net art, etc. En 2012 sorprendía con su serie There Will Be Blood [23], un trabajo de rotunda impronta e intención directa y precisa: cuestionar el tabú social que envuelve a la menstruación. Emma Arvida Bystrom adopta el título para su portfolio fotográfico de la película realizada por Paul Thomas Anderson, pero el origen y lugar donde ubica la sangre, en este caso sangre menstrual, confiere a su trabajo un trasfondo discursivo que confronta los planteamientos hegemónicos normativos al respecto de la misma. El principal cometido de los retratos de There Will Be Blood es explicar, desde la experiencia, el proceso de sangrado del ciclo femenino; para lo que se presentan diversos cuerpos femeninos que realizan acciones cotidianas como hacer deporte, pensar, escuchar música, besarse, examinar el teléfono móvil, etc. Sin embargo, las protagonistas realizan la actividad al mismo tiempo que menstrúan, ya que la artista expone y dispone la sangre menstrual en forma de hilo, de mancha o acumulada en el sexo de las modelos.
Así, Emma Arvida Bystrom plantea que al mismo tiempo que las protagonistas desempeñan otras tareas están conectadas con sus ciclos menstruales, y que el hecho de que se oculte esta parte de sus procesos no tiene tanto que ver con ellas como con los rígidos parámetros culturales de raíz androcéntrica, que temen al proceso tanto como a la propia sexualidad y potencialidad femenina. Además, en este intento por esclarecer el proceso de sangrado del ciclo femenino, la artista retrata a las modelos en un limbo mental o estado de introspección personal y abstracción que les ocupa y pertenece, por lo que ninguna de ellas interacciona con la cámara ni el público, ya que sus percepciones, intuiciones y reflexiones de carácter psíquico, físico, sexual y espiritual, son a lo que verdaderamente atienden; porque de una forma u otra, estas les reclaman que permanezcan ausentes de las necesidades del exterior que las rodea y se centren en ellas.
Carina Úbeda: Paños (2013)
Carina Úbeda realizó la obra que se analiza a continuación para la exposición final de su licenciatura en Bellas Artes y, para ello, la joven artista chilena conservó durante cinco años su sangre menstrual en paños de algodón. En la instalación artística que proponía, estos paños serían los protagonistas junto a conceptos que ella misma había bordado sobre bastidores, donde a modo de explicación sobre el transcurso del óvulo y a partir del registro de la menstruación, que previamente había efectuado, explicaba: “se traspasa”, “se fabrica”, “se desecha”, “se destruye”. Además, acompañó los expositores de la sangre menstrual con manzanas colgantes que sugerían el sexo femenino.
En este caso, Carina Úbeda no aborda la representación de la menstruación mediante una perspectiva abstracta, simbólica o manufacturada, sino que los registros que hace y expone demostraban franca y testimonialmente la menstruación con la que convive. Para asegurar la higiene en los paños, la artista aplicaba un spray desinfectante sobre la sangre y conservaba en un lugar seco y oscuro el material que más tarde expondría.
La propia Carina Úbeda explica: “Yo quise trabajar el pudor, y el pensamiento que se tienen sobre la sangre menstrual. […] Este es un óvulo muerto, si hubiera sido fecundado, habría un nuevo ser humano, ahí hay ADN mío, y de mi madre y de mi padre”[24].
La obra fue concebida de forma que los bastidores, conceptos bordados y manzanas, fueron colgados del techo quedando exactamente a la altura de los ojos del público. De este modo, la artista forzaba a un desafío y confrontación, cara a cara, entre el público y los contenidos y valores que manejaba en la obra. Obligaba, mediante una sencilla estrategia artística, que fuese imposible para las/los visitantes escaquearse de mantener la reflexión que considera imprescindible: el planteamiento personal de lo que es verdaderamente la realidad y los consiguientes imperativos culturales que soterran un factor indispensable para todas las personas, como lo es el ciclo femenino. Por lo tanto, ponía sobre la mesa que esta realidad nunca puede invisibilizarse; pero muy al contrario, la opción de no abrir un debate honesto que interpele a los prejuicios culturales más opresivos sí, por lo que dejaba en manos del público el hecho de afrontar la cuestión que formulaba o repelerla, fruto de los prejuicios culturales. Asimismo y de manera simultánea, la artista planteaba una forma distinta de ver el arte, que implicaba considerar las huellas menstruales en los paños, como mancha pictórica que, de modo latente, sugiere nuevas formas. Desde esta perspectiva la artista consideraba a la sangre menstrual y a las sugerentes improntas como objetos de arte en potencia.
Unas palabras de la propia artista esclarecen más aspectos de su obra: “cuando veo el paño, mi vista no se fija en eso, sino en una imagen abstracta. […] Esto es algo súper visual, y además una va mezclando el arte con algo personal. Yo los tenía colgados en la pieza […]. [La muestra] es de una artista que ve el arte más allá, que quiere que trascienda”[25].
La normalidad con la que la artista se relaciona con su ciclo es precisamente lo que le permite dotar de un alto carácter intimista a su obra, al mismo tiempo que poseer una interesante perspectiva creativa al respecto de su menstruación, y no fragmentar o limitar en estadios separados aspectos tan fundamentales para ella como son su cuerpo y su arte. Asimismo, consigue que, una vez más, lo personal sea político, ya que mediante un rasgo característico, como lo es la sangre de su ciclo menstrual, confronta la perspectiva política y cultural que lo ilegitima; y comparte la existencia y experiencia que conlleva cada cuerpo femenino menstruante y los diferentes estados que tanto el óvulo no fertilizado como ella atraviesan. Por último, por medio de sus improntas pictórico-menstruales la artista nos desvela el amor incondicional, la atención y autobservación, la oscuridad de las profundidades, el miedo, la precisión, la introspección y la sabiduría de cada mujer.
Zanele Muholi: Isilumo Siyaluma (2006)
Zanele Muholi nació en 1972 en Durban, pero en la actualidad vive y trabaja entre Ciudad del Cabo y Johannesburgo, África. La artista compagina su trabajo como activista por la defensa de los derechos humanos de las mujeres lesbianas de piel negra en la sociedad sudafricana, junto con sus tomas fotográficas. El compendio de estas dos interesantes y necesarias actividades, le permite producir una maravillosa obra que reflexiona en torno a la sexualidad femenina y el impacto de esta en una cultura de raíz androcrática, que no la comprende pero que, sin embargo, pretende dominarla por medio de la coacción y la opresión.
Isilumo Siyaluma en zulú significa “dolor de los dolores menstruales”, fue realizado en 2006 y se centra en el maltrato físico, sexual y espiritual que se lleva a cabo con las mujeres de piel negra y lesbianas en el sur de África. Aquí, como en muchas partes, se suceden con silenciada impunidad crímenes de odio misógino que enmascaran la fobia hacia las mujeres africanas lesbianas. Las prácticas más comunes a las que se somete a las víctimas son la violación correctiva o curativa –ya que esta perspectiva considera la lesbianidad como patología que debe erradicarse haciendo uso de la dominación masculina– y el asesinato. De ahí que Zanele Muholi en cada fotografía, representa a un cuerpo femenino menstruante que ha sobrevivido a una violación o a una víctima de un crimen misógino, y lo hace por medio de su sangre menstrual por una razón que ella misma explica: “mi sangre menstrual es usada como vehículo y como medio para expresar y reducir la pena y pérdida que yo siento cuando me entero y soy consciente de las «violaciones curativas» que muchas chicas y mujeres sufren en mi comunidad lesbiana negra y africana… sangrando por su vagina y por su mente”[26]. La artista considera que ella también sangra espiritualmente, cuando cualquier persona es víctima de violencia misógina en cualquiera de sus aplicaciones.
Así, las imágenes de Zanele Muholi aluden a la sangre menstrual, la de la creación; a la sangre violenta, de la destrucción; y, por último, a la del espíritu. Y denuncian que la agresión perpetrada a una mujer se trata, en realidad, de una agresión dirigida hacia todas las mujeres del mundo. Al mismo tiempo, las vistas caleidoscópicas de huellas corporales que realiza sugieren mándalas que invitan a la reflexión, la meditación y la necesidad de restablecer el equilibrio.
También, Isilumo Siyaluma nos invita a discriminar acerca de lo que verdaderamente es la naturaleza y lo que son parámetros culturales que se enmascaran como naturales; y que inducen a la participación y/o colaboración en prácticas criminales entre la población. Por lo tanto, es en definitiva una reflexión acerca de prácticas criminales que pueden ser llevadas a cabo porque, previamente, desde el plano político y cultural, se ha extendido un desmesurado ejercicio de normalización de la práctica en sí, que permite a esta ser concebida como lo común, normal o natural, en vez de atroz y sanguinaria. Y, al mismo tiempo, se desactiva el ente de reflexión activa que toda persona posee y que conlleva la autointerpelación entre el sujeto y la práctica en la que está cooperando.
Una vez más, esta artista recurre a la sangre menstrual y la hilvana con arte desde una clara perspectiva activista para declarar la no aceptación de estas prácticas, y estimular hacia el cambio y la transformación de la realidad existente en algunos estados del continente africano, que por creencias culturales, vetan a las identidades femeninas que desarrollan lazos de amistad o amor con otras identidades femeninas. Unas palabras de Zanele Muholi lo declaran así: “Mi fotografía es política. Todo depende de donde sea expuesto. Si la gente no acepta lo gay, todo se complica. […] El arte es política para mí. Hay artistas que se centran en la economía. A mí me interesan los derechos humanos. Reclamo el espacio público, que se supone que es dominio de todos aquellos ciudadanos amparados por la constitución. Quiero dar visibilidad a esos cuerpos y que sean escuchadas esas voces. Nadie debería sufrir por el camino. Si realmente todos luchamos por los derechos humanos, por la defensa de la ciudadanía, entonces que realmente así sea. […] No solo soy fotógrafa, debo ser una activista porque también te puede pasar a ti, te puede tocar en cualquier momento. Tu vida no está garantizada”.
El arrojo de Zanele Muholi le lleva a plantear la violencia a la que están expuestas las mujeres negras, pobres y lesbianas, siendo ella misma integrante de este sector de la población sudafricana. Y es precisamente desde dentro de dicha comunidad, que le ha permitido la construcción de su propia identidad, donde muestra su resistencia a la estricta hegemonía cultural que la envuelve. Mediante sus bellas pinturas, que más tarde traslada al medio fotográfico, la artista repiensa la triple discriminación a la que están sometidas las mujeres negras, lesbianas y de escasos recursos, puesto que estas se enfrentan cotidianamente al racismo, el sexismo y la homofobia que las envuelve. Así, la obra de Zanele Muholi se ancla en la sensibilidad y la benevolencia, en la vulnerabilidad y los sentimientos, en el derecho a la libertad, tanto subjetiva como comunitaria; y dictamina de manera clara, como otras artistas ya revisadas, lo injusto de una violencia destructiva cuyo fin persigue la aparición de la sangre, en confrontación con la violencia creadora intrínseca al ciclo femenino menstruante y donde la sangre emana de manera sana y natural.
En definitiva, el trabajo de Zanele Muholi es una llamada a la interpelación personal cuando se trata de falta de libertad identitaria, existencial y sexual; un llamamiento que nos esclarece que una situación de injusticia en la sociedad sudafricana está conectada con la situación que se vive en otras partes del mundo.
Isa Sanz
Por último se presentan algunas fotografías de Isa Sanz, quien por medio de su trabajo completa el viaje propuesto por este ensayo, que pretendía reflexionar al respecto del vínculo arte, conocimiento y sangre menstrual. La artista española incorpora en sus propuestas una alta precisión, tanto en la técnica como en el modo de abordar discursiva y conceptualmente el tema en el que se sumerge; y, en concreto, en Sangro, pero no muero, representa lo que según ella son conceptos y sentimientos fundamentales del ciclo femenino menstruante.
El título del portfolio responde a la intención de la artista por explicar una realidad bella y divina, y las fotografías aquí seleccionadas comparten un idéntico lenguaje, gráfico, elegante y respetuoso a partes iguales con la intimidad del cuerpo fotografiado. La sangre, en este caso pintada en la piel a modo de señal o mota, es realmente un bindu, un círculo que simboliza las diversas zonas energéticas por donde los cuerpos femeninos menstruantes pueden adentrarse en el conocimiento. En primer lugar el bindu aparece en el bajo vientre, en alusión al útero femenino, punto clave para la sexualidad, la energía creativa y las emociones; el segundo bindu marca el esternón como puerta hacia los designios del corazón y los sentimientos; y en último lugar, aparece en el tercer ojo, fuente de visión, pensamiento e intuición. Unas sabias palabras de Isa Sanz responden, con suma claridad, a la intención artística que le llevó tanto a concebir la obra como a registrarla fotográficamente: “Los gestos simbólicos y rituales abren puertas a la percepción. Al fin y al cabo, donde pones la intención, la vida se manifiesta”[27].
La fotografía Vida, muerte, vida, por su parte, aúna además de la intención explicativa a la que me referí, la sensación corporal que se tiene al transitar una parte primordial para el ciclo vital. En cuanto a la fusión entre la vida y obra la propia artista reflexiona: “Para mí, el arte es mi vida y no explico una cosa sin la otra. No hago arte conceptual, no «busco ideas», más bien las ideas me buscan a mí, me exploro a través de mis imágenes, y descubro el mundo a través de ellas. […] Sangro, pero no muero nació de entre mis piernas. […] Es mi manera de expresarme. No busco convencer a nadie, sí busco transmitir mi verdad. […] En mi opinión, el arte debe de servir para reflexionar, para sentir. Para mí no es simplemente un objeto decorativo. Cuando vemos una obra de arte, vemos lo que tenemos dentro, lo que esa obra nos produce, por tanto cambia en cada persona, para alguien a quien la sangre menstrual sea un tabú le supondrá un trauma ver estas imágenes. Para alguien conectado con esa naturalidad corporal, le parecerá bello”[28].
Las premisas seguidas por la fotógrafa en la serie Koinonía fueron esencialmente parecidas, aunque la pulsión creativa nacía con intenciones diferentes, por lo que provocan resultados artísticos incomparables a las anteriores.
Fuerza vertical / Canal / Devenir
Koinonía es una palabra que proviene del griego y significa comunión, de este modo sabemos que el interés fundamental del que partió Isa Sanz al realizar estas imágenes fue el de fusionarse con diferentes ecosistemas de la naturaleza, sintiéndose ella misma hija de la propia Madre Tierra. Pero además, Koinonía también implica ciertos aspectos teológicos, por lo que esta serie fotográfica sugiere que el origen de la creación quizás sea de índole femenina; algo que se creía hace siglos cuando las sociedades se estructuraban en base a una organización social solidaria, y donde los principios femeninos eran venerados, respetados y evocados. En la actualidad, sin embargo, las sociedades androcéntricas se rigen en base a sistemas de dominación que, por ende, ensalzan los principios masculinos en detrimento de los femeninos[29].
Así, Isa Sanz se mimetiza con diferentes paisajes, formando parte de los mismos, explorando de nuevo experiencias vitales como la permanencia en el útero, la gestación, el nacimiento, etc. Las palabras de la autora aportan más datos sobre su intención y obra: “Color rojo, color de pasión, de fuerza y el color de la sangre menstrual de nosotras. Utilicé los tejidos de ese color, para evidenciar elementos imperceptibles a veces, como el movimiento del agua, el soplar del viento o el vacío de una grieta. Para remarcar fuerzas desafiantes a la gravedad como la verticalidad de un árbol”[30].
El formato circular también es algo previamente meditado y con un respaldo discursivo interesante. Según la autora, como metáforas del tiempo cíclico, del círculo como cuerpo geométrico que incorpora desde el núcleo y, por igual, a toda la periferia; y dirigen o re-dirigen la mirada del público desde el centro de la imagen hacia los bordes. De esta forma, está planteando una mirada alternativa que se expande hacia el infinito y desde una perspectiva femenina; evitando encuadres rectos que enmarquen y fragmenten con rigidez, tanto las imágenes como los discursos y pensamientos. Así, Isa Sanz explica: “Mi trabajo habla de lo profundo, de aspectos humanos y naturales que deben de ser honrados, creo que no debemos de ir en contra de nosotros mismos ni de nuestra naturaleza”[31].
Simbiosis / Amniótica / Sincronía
Conclusión
Estas son algunas de las propuestas creativas que artistas de África, Chile, Estocolmo, España y Norteamérica, cada una desde sus respectivas culturas, están abordando en la actualidad. Representan una heterogénea diversidad, pero todas ellas coinciden en explorar una vertiente del arte crítica y activista con la realidad del presente; denuncian el desequilibrio de energías; y reivindican, por el bien de la supervivencia, que se deje fluir el conocimiento y las potencialidades femeninas. Pues solo un viraje histórico cultural en el planeta, nos permitirá alcanzar la dimensión cognitiva y existencial que nos merecemos.
Bibliografía:
Amorós, Celia. Hacia una crítica de la razón patriarcal. Barcelona: Anthropos, 1991.
Eisler, Riane. El cáliz y la espada. La mujer como fuerza en la historia. México: Pax México, 1997.
Federici, Silvia. Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Madrid: Traficante de sueños, 2011.
Landarroitajauregi, J. Genus: genitales y generación. Valladolid: Isesus, 2013.
López F. Cao, Marián. Creación artística y mujeres, recuperar la memoria. Madrid: Narcea, 2000.
Moscoso, Javier. Historia cultural del dolor. Madrid: Taurus, 2011.
Noble, Vicky. La mujer sakti. Sintiendo nuestro fuego, sanando nuestro mundo. Madrid: Perito en Lunas, 2004.
Pinkola Estés, Clarissa. Mujeres que corren con lobos. Barcelona: Zeta, 2009.
Salvia Ribera, Anna. Viaje al ciclo menstrual. Barcelona: Montjor, 2012.
Schaefer, Carol. (coord.). La voz de las trece abuelas. Ancianas indígenas aconsejan al mundo. Barcelona: Luciérnaga, 2012.
Whitmont, Edward C. El retorno de la Diosa. Barcelona: Argos Vergara, 1984.
Web:
http://clubparamujeresinquietas.blogspot.com.es/
Notas:
[1] Landarroitajauregi, J. Genus: genitales y generación. Valladolid: Isesus, 2013. p. 50.
[2] Este artículo hace referencia de manera específica a los cuerpos femeninos menstruantes, pero no obvia la extensa diversidad corporal que integra a la condición femenina del ser humano. Es decir, mujeres de entre 15 y 40 años que no menstrúan por diversas razones.
[3] Abordan este tema numerosas teóricas como Adriana Figueras, Francisca Navarro Echenique y Erika Irusta, entre otras.
[4] Abordan esta cuestión con mayor profundidad Vicky Noble, Christiane Northrup y Suzanne Gilberg-Lenz, entre otras.
[5] Fue testigo de ello Marlo Morgan cuando realizó su viaje con aborígenes australianas/os, que más tarde relataría en Las voces del desierto.
[6] Publicado en 1487, sirvió para instruir a jueces, magistrados y sacerdotes en la lucha contra la brujería en Europa; para ello, se construyeron conceptos, valores y simbolismos desde una perspectiva demonológica, de la sexualidad y fecundidad femenina.
[7] Web de la artista: www.vanessatiegs.com
[8] Cruce de galaxias.
[9] Viendo a través de otros ojos.
[10] Vuelo extático.
[11] Web de la artista: www.vanessatiegs.com
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Página web de la artista: www.vanessatiegs.com
[16] Lejos de la tónica.
[17] Animal rumiante y sin cuernos parecido al dromedario o la llama.
[18] Carta extraída de la página web de la artista: www.ceciliavicuna.org
[19] Ibídem.
[20] Ibídem.
[21] Punctum es un concepto acuñado por Roland Roland Barthes en La Cámara Lúcida. Se trata de un detalle o elemento visual que, a modo de puerta, permite al público adentrarse en el discurso subyacente de la obra, en este caso, por medio del simbolismo.
[22] Término acuñado por la feminista Marcela Lagarde, que apela a la relación de agrupación, hermandad y apoyo entre mujeres que se saben obligadas a desenvolverse en ámbitos de perspectiva patriarcal.
[23] Correrá sangre.
[24] www.soychile.cl
[25] Pieza significa cuarto, habitación o dormitorio.
[26] http://vidassexuadas.com / www.ceciliavicuna.org
[27] Cita extraída de Biografías Rojas I, realizada por Kika Fumero y editada en M-arte y cultura visual.
[28] Ibídem.
[29] Abordan con mayor profundidad esta cuestión autoras como Marija Gimbutas o Riane Eisler, entre otras.
[30] Web de la artista: www.isasanz.com
[31] Ibídem.